gestionydependencia.com

Malos tratos y sujeciones, una aclaración necesaria

Por Antonio A. Burgueño
martes 02 de abril de 2019, 19:51h

Desde el Programa Desatar no se admite que el uso de sujeciones sea, en general, siempre, una forma de maltrato. Valorándolo desde la perspectiva intencional, no es creíble que alguien prescriba o aplique una sujeción, o la consienta por escrito, con la intención de maltratar a una persona, si bien es cierto que desde la perspectiva de las consecuencias sí que podríamos hablar de maltrato. Pero si se maltrata, sin que exista la intención de maltratar, y analizamos ese matiz, podemos llegar a vislumbrar mejor la complejidad del fenómeno del uso de sujeciones en el ámbito de la asistencia a personas mayores en residencias.

El Programa Desatar de CEOMA no considera que el problema del uso de sujeciones sea algo a resolver criminalizando esas prácticas, o imponiendo formas de trabajar, en el supuesto de que esas formas de trabajar son la solución, una solución fácil, a un problema altamente complejo.

Hemos aprendido mucho sobre ese fenómeno de las sujeciones en 15 años de trabajo sobre el tema, y nos preocupa que se simplifique, como si fuera una forma de maltrato más, de la mano de profesionales maltratadores. Es aberrante enfocar las sujeciones solo desde esa perspectiva.

Sería un maltrato que cuenta con prescripción facultativa y consentimiento informado escrito, algo absurdo en sí mismo.

Sí que es cierto que, dinámicas organizativas, en el contexto de entornos inadecuados pueden propiciar el uso excesivo de sujeciones que se puede ver en muchos centros, en cuyo caso podríamos hablar de que una vertiente de las sujeciones encaja en el concepto de malostratos institucionales o malostratos por la institución.

Cuando un médico de una residencia prescribe una sujeción en la cama, porque comprende que un auxiliar solo no puede controlar a todos los residentes por la noche, no está en la intención de maltratar a una persona, sino que está paliando una deficiencia de una forma que es la que ha sido capaz de ver en el contexto de su trabajo, y como responsable asistencial específico. También es cierto que no ha ido más allá, en la búsqueda de medidas a adoptar, porque la sujeción es una medida contundente y más sencilla de aplicar, contundente en términos de capacidad de proveer tranquilidad a todos los que están preocupados por la seguridad de esas personas.

En resumen, consideramos que:

  • Es negativo criminalizar el uso de sujeciones, como fórmula magistral para erradicar su uso. Ya hemos sido testigos de las reacciones que produce eso en el sector de las residencias en general y en los colectivos de profesionales implicados.
  • Es absurdo criminalizar una práctica cuyo uso está regulado por ley, que se prescribe por médicos, y que cuando se aplica cuenta con el visto bueno de la persona o de su representante legal, normalmente un familiar preocupado por el bien de quien es objeto de la sujeción.
  • No es lógico, dada la complejidad del fenómeno, pretender que con medidas legislativas directas, se erradique el uso de sujeciones de las residencias.

Entendiendo el uso de sujeciones como el resultado de deficiencias e inercias que se repiten en muchas residencias, y considerando la sujeción como una práctica que se ha normalizado en exceso, y encuadrándola en lo que se conoce como malostratos institucionales, es necesario entender cuáles han sido las dinámicas y deficiencias que han desembocado en la realidad actual. 15 años de observación, diagnósticos in situ, recolecta de datos, de las residencias españolas, en el desarrollo del Programa Desatar, nos han permitido identificar muchas de esas dinámicas y deficiencias, como los factores determinantes de esa realidad.

Estamos en la idea, después de cocinar mucho la realidad percibida, de que actuar sobre esos factores, será lo que propicie un cambio importante en el uso de sujeciones. A continuación, exponemos algunos de esos factores, a saber:

  • Que no haya criterios de admisión en las residencias, acordes a lo que se puede atender en función de recursos, y grado de capacidad técnica de cada centro.
  • Que no haya criterios de asignación de personas a residencias concertadas, acordes a sus necesidades y la capacidad que tiene cada centro para responder a ellas.

(Aceptar que cualquier residencia puede albergar y cuidar, por ejemplo, a personas en procesos de demencia, especialmente en etapas avanzadas y con una complejidad clínica elevada.)

  • Que se haya impuesto que las sujeciones físicas las prescriba un médico, lo que supone un blindaje de las sujeciones, en términos legales, una vez prescritas.
  • Existencia de protocolos públicos de sujeción. Protocolos que hablan de indicaciones de las sujeciones y de la conveniencia de utilizarlas para prevenir caídas.
  • La precariedad de recursos en el sector de las residencias, tanto en términos cuantitativos como en los cualitativos.
  • Que el uso de sujeciones se asocie a falta de personal, lo que se ha traducido en que se desarrolle la creencia de que sin más personal no es posible prescindir de ellas, o a que se utilicen para reivindicar incrementos de plantillas.
  • Profesionales del sector mal retribuidos, escasamente motivados, y frecuentemente quemados.
  • Poca estabilidad de los profesionales de atención directa en los centros.
  • Que los clientes de las residencias se vean cautivos, o con poco margen de decisión, ya que muchos son los que acceden a esos servicios tras un largo proceso de sufrimiento y espera. Sentimiento de culpa de los familiares de los residentes.
  • Seguridad basada en los profesionales de atención directa y en su capacidad de lograr que los residentes con riesgo no se muevan, haciéndoles responsables de lo que les suceda a los residentes.
  • Objetivo de ocupación no regulado.

(Contar con un pequeño porcentaje de plazas libres permite evitar muchas sujeciones nocturnas, con más facilidad. En USA es obligado, por ley, mantener un 5% de las plazas siempre libres)..

Si los poderes públicos quieren influir en el uso de sujeciones, y promover que se erradique esa práctica de las residencias, deberían poner en marcha medidas que influyan en esos factores, creando un escenario propicio para que trabajar sin sujeciones sea más fácil, y entonces tomar medidas de control, y poder evidenciar el abuso, y poder perseguirlo de forma justa.

Es obligado que una entidad como CEOMA se haga eco de una actividad política que incida en el grave problema de los malostratos a personas mayores, pero es necesario hacer algunos matices de nuestra visión-posición al respecto, y en especial cuando se habla del uso de sujeciones en personas mayores, sobre lo que lleva más de 15 años trabajando.

Consideramos que incentivar programas de eliminación de sujeciones, propicia que se pongan en evidencia las deficiencias de los centros, los vicios, y las necesidades de adecuación y de adquisición de conocimientos y especialización. Son programas que ponen el foco en el uso de sujeciones, y el énfasis en eliminarlas y prevenir nuevas sujeciones, y que ello sea el motor de cambio. Eso es lo que se propone desde el Programa Desatar de CEOMA, a lo que se añade un sistema de acreditación de centros libres de sujeciones, públicamente conocidos, como recompensa al esfuerzo desarrollado para lograrlo.

Antonio A. Burgueño

Director del Programa Desatar. CEOMA

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (1)    No(0)

+
0 comentarios