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Alberto Álvarez | Miércoles 02 de mayo de 2018

Hace unos días estuve en una residencia de mayores por cuestiones profesionales. Era un edificio grande, espacioso, luminoso y limpio. Al recorrer parte del edificio para llegar al despacho donde estaba citado, me crucé con varios de los residentes que iban y venían a realizar distintas actividades. Era evidente que cuidaban su imagen, se habían arreglado como para salir, iban bien vestidos y acicalados, y fueran a donde fueran, se les veía contentos.

No sé si mi visita coincidió con algún día especial en la residencia, pero todos se saludaban amablemente y se respiraba una especie de ambiente festivo. Las personas con las que me crucé estaban contentas. Me recordó a esos grandes hoteles de playa que en verano están llenos de actividad y de gente por todas partes.

Esa misma tarde hablé un rato por teléfono con mi tía Mari, que a sus 86 años vive sola en su casa del centro de Madrid. Anda renqueante de una pierna por problemas en la rodilla, le cuesta salir, hay días en los que no ve a nadie, y pasa más horas de las que le gustaría sentada viendo la tele.

Estoy convencido de que estaría mejor en una residencia como la que visité por la mañana, atendida de sus problemas de salud y realizando actividades físicas y mentales que le permitieran mantenerse en mejores condiciones y, lo que es más importante, con posibilidades de relacionarse con otras personas. Pero ni le plantees la opción. Para ella, una residencia es el último recurso, un lugar lleno de viejos y enfermos donde se va cuando no queda más remedio. También estoy seguro que cambiaria de opinión, o al menos se lo plantearía, si conociera residencias que le presentaran un proyecto vital atractivo, porque tiene muchas ganas de vivir.

La imagen de los centros residenciales para mayores ha cambiado considerablemente en los últimos años. La encuesta "Cuidar como nos gustaría ser cuidados", realizada por la Fundación Matía para La Caixa en 2016, desvelaba que el 45% de los encuestados quería ser cuidado en su domicilio cuando llegara el momento. Pero, como segunda opción, cerca del 30% de los encuestados, respondieron que preferirían ser cuidados en una residencia. Y los resultados son más relevantes teniendo en cuenta que casi la mitad de los encuestados eran mayores de 65 años.

Ya no se ve tan mal el ir a una residencia cuando uno no pueda valerse por sí mismo. E incluso es una opción que valoran cada vez más personas que están en buenas condiciones físicas y mentales. Pero, no nos engañemos, entre el maremagnum de residencias que hay en España en la actualidad, hay de todo. Se trata de un sector tremendamente atomizado, y expuesto a que salten de vez en cuando noticias escabrosas sobre tratos inadecuados a los residentes, que resultan muy llamativas para los medios y tremendamente dañinas para la imagen de todo el sector.

Por ello es bueno que entre los grupos residenciales se esté asentando cada vez con más fuerza la idea de que es necesario dedicar más recursos en materia de comunicación. Es preciso que la población conozca las buenas prácticas que se están llevando a cabo en materia de atención sociosanitaria. Se están sentando las bases de una atención más profesional y personalizada, que tiene en cuenta los últimos avances en lo que a cuidados y desarrollo personal se refiere.

El innegable que queda un largo camino por recorrer. No solo en el concepto mismo de atención residencial, sino también en una sólida formación y una adecuada retribución de los profesionales de los cuidados, sin cuya implicación y concurso es imposible proporcionar la atención deseada.

La implementación de estas nuevas formas de cuidados conduce a una mayor satisfacción de los residentes, a una mejora de la calidad de vida y a una ampliación de su marco vital. Las residencias deben ser difusoras de la idea de que vivir en una residencia en comenzar un nuevo periodo vital, con los condicionantes de salud y personales de la mochila de cada uno, pero también con el apoyo de un grupo de profesionales que podrán diseñar, conjuntamente con el interesado, un itinerario donde explorar nuevas posibilidades de crecimiento personal.

Aunque aún estamos lejos de que este concepto sea el que impera en la mayoría de las residencias, pero es importante señalar el camino, y marcar un rumbo por el que transitar en la búsqueda de la mejor alternativa de vida posible, para cuando uno ya no pueda valerse por sí mismo y decida vivir en un centro residencial. Y hay que contarlo bien. Es cuestión de imagen.

PD. Aprovecho la oportunidad para desear una larga y exitosa andadura profesional a Negocios y Gestión de la Dependencia en esta nueva etapa que comienza.

Alberto Alvarez

Director de MayorActual.com

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