Recientemente se ha publicado un informe sobre el estado del sector residencial en España. ¿Cómo está realmente el sector?
Vamos a decir que ‘bien’, pero con necesidad importante de reflexión y de cambios. De mirar hacia delante y hacer un análisis profundo para poder enfrentarse en mejores condiciones al reto demográfico que vamos a tener.
Entre las conclusiones del informe es que en España hacen falta 70.000 plazas residenciales. Por una parte, es una mala noticia, dado que algunas personas no están pudiendo acceder a plazas. Pero ¿puede ser una buena noticia para las empresas del sector, al existir la posibilidad de que crezca el negocio?
Es importante que crezca el servicio. Y si el servicio conlleva oportunidades de negocio, para nosotros es secundario. Tiene que crecer la oferta por vía pública, privada o mediante conciertos; como se considere oportuno.
Faltan 70.000 plazas, pero tenemos 15.000 o 16.000 plazas vacías a día de hoy. Por eso hay que reflexionar: no se trata de crear plazas de cualquier manera, sino de ver por qué si tenemos una lista de espera de casi 100.000 personas, tenemos 16.000 plazas vacías. Hay que ver qué está pasando para que esto ocurra, porque no debería ocurrir.
No se trata de crear plazas como se crean ofertas hoteleras, sino de ver si las plazas que estamos creando y tenemos son realmente el tipo de plazas que necesitamos y si están donde lo necesitamos. Ese es el debate importante.
¿Por qué hay casi 16.000 plazas vacías? ¿Por qué no se llenan?
Es una pregunta que deberíamos hacernos todos, desde los medios de comunicación hasta los profesionales y el sector en su conjunto. Quizás haya una percepción de que el sector necesita una revisión importante, que dé mayor garantía y confianza a las personas. La demanda y la necesidad existen. Pero ¿lo que se está trasladando desde el sector ofrece a los ciudadanos y a las familias tranquilidad y garantía? Hace falta esta reflexión.
Nosotros en el informe abrimos el verdadero debate, que es dónde tienen que estar estas plazas, cómo tiene que ser el perfil de quien trabaja en ellas, cómo tienen que ser la remuneración y las ratios… Si diéramos estos mensajes claros, no dejaríamos 16.000 plazas vacías con casi 100.000 personas en lista de espera. Hay que explicarlo bien y que lo entiendan los que vayan a dar esta oferta. Saber qué necesita la gente, porque hay un empoderamiento ciudadano, por lo que es la oferta la que debe adaptarse a este tipo de demanda.
¿Esta lista de espera es para plazas públicas y las 15.000 plazas vacías son privadas?
No. Hay plazas públicas libres, plazas privadas y concertadas libres… Y las vacías son de diferente tipología. La lista de espera es de la Ley de Dependencia, y por tanto más centrada en camas acogidas a los diferentes sistemas de concertación. Los centros públicos también necesitan esa reflexión profunda, porque tendrían que ser la imagen de lo que queremos que sea la asistencia a la dependencia. Tendrían que hacer la mayor reflexión y transformación, como buque insignia.
En el informe se detalla que el 62 % de las plazas son de financiación pública y el 38 %, de financiación privada. ¿Están suficientemente equilibradas las cifras o debería haber más plazas públicas, más privadas…?
Con una lista de espera como la que tenemos, es evidente que la oferta de plazas públicas necesita ampliarse. Esto lo dicen los datos. Por tanto, en todo lo que sea estrictamente público, como sistema de colaboración público-privada, tenemos que avanzar.
¿Está bien el modelo actual según el cual empresas privadas conciertan plazas? ¿Deberían ser estos centros completamente gestionados por las Administraciones, como en la Sanidad, o está bien este modelo de colaboración?
Es un debate interesante. Una oferta estrictamente privada puede estar alejada de los estándares acordados por los poderes públicos. Hay que definir claramente los modelos estatales y es el sector privado el que, si quiere esa colaboración, debe adaptarse a ellos. Un hecho es la financiación y otro diferente es la gestión, y ahí hay diferentes modelos. Pero, siempre que se cumplan los pliegos de condiciones de la oferta pública y esté correctamente vigilado e inspeccionado, en un modelo colaborativo y constructivo, cualquier iniciativa tiene derecho a prosperar.
Si no hay financiación pública y es un régimen privado de oferta y demanda, no tenemos nada que decir, es estupendo que exista. Pero cuando haya intervención pública, tiene que haber control y transparencia en la gestión, características de los centros, cómo orientar los cambios, tutela y supervisión, etc.
¿Cómo ve la fiebre inversora sobre el sector residencial en España, con fondos comprando edificios y arrendando después la gestión a empresas residenciales? ¿Es un tema más inmobiliario o puede poner en riesgo la calidad asistencial?
En mi opinión personal, dado que es difícil y delicado, bajo un punto de vista de atención a las personas, este debería ser el principal motivo de inversión: la atención a las personas. Porque en los hospitales privados la intención es atender a las personas, no que una red hospitalaria privada crezca mucho, que es otra cosa.
El desembarco inmobiliario de gente ajena al sector, que de golpe y porrazo entra y como tiene capital y capacidad de inversión lidera un mercado, no me parece bien porque sería invertir las necesidades de la atención a la dependencia, que deben estar centradas en la atención a la persona, y no como un hecho secundario a unos procesos inversores de gente ajena a la atención a la dependencia.
No discuto que sea legítimo, pero si me preguntas si me gusta, te diré que no. Prefiero un inversor en Sanidad que sea un agente sanitario, a que sea una operación financiera, que busca al final los dividendos. Y la atención a las personas no tiene que estar ceñida por ese parámetro. Ningún fondo de inversión aceptará tener pérdidas porque es una situación contra natura para ellos.
Las residencias de mayores han sido y siguen siendo fuertemente golpeadas por el virus, a pesar de las medidas y protocolos adoptados para evitarlo. Esto ha puesto en jaque al sector, a pesar de los esfuerzos. Independientemente de la dificultad para cerrar la puerta al virus, ¿qué puede estar fallando? ¿Qué punto débil tiene el sector?
Nosotros hemos observado que, durante todo el tiempo de pandemia, las pequeñas residencias no han tenido ningún problema en hacer todo lo que han entendido para estar piel con piel con sus residentes. Se han encerrado días con ellos y han constituido familias alternativas para acompañar y evitar la soledad. Curiosamente, se han fortalecido más. Se han bunkerizado.
Esto lo puede hacer una empresa familiar porque estás volcado en ello. Pero si hablamos de la perspectiva de cumplir unos horarios, ese sistema de organización no se vive tan íntimamente, hay más distancias. Y este virus está enseñando que tenemos que ser muy persistentes y estar muy encima y muy cerca. Si se hubiera hecho como sector, quizás estaríamos dando otra imagen.
Creemos que el virus ha sido imparable, aun intentando bunkerizar los centros, pero quizás sería interesante ver tamaños, titularidades y tipo de filtro que han hecho todos, para ver si esos protocolos se podrían hacer en 250 plazas o solo en 50. Las residencias americanas que mejor se han protegido han sido las pequeñas, de 10-15 personas. Se bunkerizaban, con mucho compromiso de las cuidadoras, y les hacían tener un plus de interés respecto a los protocolos y procedimientos de desinfección.
El compromiso, cuando es más próximo, es más eficaz. Entraría el virus igualmente, pero sí hemos observado que son sitios que se han fortalecido más contra la agresión. Es una parte del mensaje que no se ha trasladado. A veces, el macrocentro de las afueras es más distante que la familiaridad con los vecinos, donde la gente se comprometa con esos proyectos de vida, que en estos momentos era estar libre del virus.
El esfuerzo ha sido tremendo y hay que ponerlo en valor, pero conviene hacer una reflexión profunda sobre qué estructuras se han defendido mejor o qué distribución estructural se ha defendido mejor. Hay que aprender de lo que ha sucedido, porque si no, tendremos plazas, pero seremos distantes al ciudadano. Hay que recuperar la proximidad. Si se hubiera demostrado a los mayores y a sus familias que no hay límites a la hora de cuidar noche y día sin descanso para estar y atender a los mayores, ¿habría 16.000 camas libres? Si estas reflexiones no se hacen desde el compromiso social, tendrán más dificultad para adaptarse a las necesidades.