La comida es salud y disfrute. Un acto en el que ponemos los 5 sentidos con los diferentes sabores y texturas, los olores y colores, que hacen tan apetitoso un plato, e incluso con el oído vamos cumpliendo años, se hace más difícil disfrutar de la comida.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) señala que la soledad, la discapacidad, la pérdida de visión y las enfermedades, junto a los efectos de algunos medicamentos, pueden provocar malnutrición en personas mayores. Como consecuencia, se adoptan malos hábitos alimenticios: dietas monótonas basadas en conservas o platos precocinados, un abuso de bollería y grasas saturadas, problemas para ingerir alimentos, etc.
En España, el 12% de la población general presenta malnutrición; de ellos el 70% son ancianos, según datos de SEGG. Una buena nutrición es importante, sin importar la edad. Ayuda a mantener una buena salud y a prevenir enfermedades como osteoporosis, hipertensión arterial, enfermedades del corazón, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer.
La oferta gastronómica de los centros se ha convertido en un pilar esencial en su transformación, y diferenciarse a través de este servicio, es muy difícil. Encontrar la forma de garantizar una buena alimentación, nutritiva y apetitosa, mientras que se complementa con otro tipo de servicios, es uno de los grandes desafíos que enfrentan las residencias de ancianos actualmente.
Sobre todo, en aquellos centros donde su objetivo es construir un hogar para personas mayores, donde la felicidad de los residentes sea central en la experiencia, y no solo los aspectos médicos.
Para conseguirlo, es necesaria una propuesta gastronómica que vele por la salud de los mayores, pero no solo eso, sino que también les haga volver a disfrutar de la comida. No se trata de un asunto menor. Dos de cada tres casos de malnutrición de mayores pueden evitarse si se cuenta con el servicio adecuado y si recuperan las experiencias positivas que generan las comidas.
Pero ¿cómo podemos mejorar las experiencias de las comidas en las residencias para que los residentes disfruten? Uno de los problemas principales es que a medida que envejecemos nuestros sentidos van perdiendo facultades. Según un estudio realizado por la Universidad de Ottawa en colaboración con Sodexo, el número de papilas gustativas disminuye significativamente entre los 40 y los 50 años en las mujeres, y entre los 50 y los 60 años en hombres. La consecuencia es una pérdida del apetito, al no saborear las comidas como antes, que puede desembocar en malnutrición, insatisfacción y desinterés por la comida.
Sin embargo, no es el único sentido afectado. El olfato, la vista, el tacto e incluso el oído están relacionados, y si los mayores pierden sensibilidad a la hora de realizar actividades cotidianas, pierden calidad de vida. El proyecto El despertar de los sentidos de Sodexo, nace como respuesta a esta necesidad, defendiendo que la estimulación conjunta de todos los sentidos durante las horas de las comidas impacta de forma muy positiva en la salud, el bienestar y la calidad de vida de las personas mayores.
Para contrarrestar la pérdida sensorial asociada a la edad, necesitamos más estimulación para poder seguir notando esas sensaciones. Los resultados del estudio son realmente prometedores. Los residentes vuelven a disfrutar de las comidas, por lo que comen con ganas y comen más, dentro de las cantidades recomendadas.
Según las pruebas realizadas en una prueba piloto en una residencia de Madrid, el riesgo de malnutrición de los residentes se redujo en un 70% y los pacientes diabéticos vieron reducidos sus niveles de hemoglobina A1c y sus dosis de insulina.
En cuanto a los valores bioquímicos, también se consiguió una disminución de la presión arterial, un incremento en los niveles de proteínas y una mejora de los niveles de glucosa en sangre.
Más allá de los impactos positivos en la salud, los resultados extraídos también evidenciaron un aumento en el bienestar de los residentes, que pudieron volver a disfrutar del acto de comer con todos sus sentidos. El estudio confirma que los efectos van más allá de los almuerzos: los residentes duermen mejor, están más felices y los momentos de las comidas son más tranquilos y se disfrutan más.