Siempre se ha dicho que los humanos somos ‘animales sociales’, pero ahora un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) demuestra con datos que esa vida social tiene un impacto directo y positivo sobre la salud.
Investigadores del Laboratorio de Inmunología y Gerontología Experimental de la Facultad de Biología de la universidad madrileña utilizaron ratones para analizar el impacto que las interacciones con otros miembros de su especie tenían sobre su salud. Apenas forzaron contactos de 15 minutos diarios en un periodo de dos meses, pero los resultados fueron claros: mejoraron parámetros conductuales, de inmunidad y de estado oxidativo-inflamatorio, lo que se tradujo en un aumento de la longevidad de estos ratones respecto al grupo de control que no participó en los contactos.
Para determinar que esas relaciones sociales tenían un impacto real sobre la salud escogieron a ratones adultos con envejecimiento prematuro y tejieron esos contactos con ratones de su misma edad y un envejecimiento acorde a la misma, no prematuro. De este modo, pudieron comprobar que los ratones más envejecidos mejoraban su estado general de salud, hasta el punto de llegar a vivir más tiempo de lo esperado por sus condiciones generales.
Los investigadores explican que estos resultados se pueden extrapolar a los humanos, ya que una semana en la vida de un ratón equivale a un año en humanos, y además ambas especies comparten similitudes genéticas que son las que, precisamente, llevan a la ciencia a investigar con ratones.
En cualquier caso, lo que parece demostrar este estudio es que las relaciones sociales son un pilar del bienestar de las personas mayores, por lo que sería imprescindible potenciarlas en la medida de lo posible para aprovechar sus potenciales beneficios.
En este sentido, problemáticas como el aislamiento social, la soledad no deseada y la discriminación no solo serían condiciones a combatir, sino factores de riesgo para el bienestar y la calidad de vida de los mayores.