La soledad no deseada es uno de los grandes males de la sociedad del siglo XXI. Y afecta de manera especialmente dolorosa a las personas mayores. Según los últimos datos del INE, en España viven actualmente más de 5 millones de personas solas en el hogar y se estima que para el 2037 este porcentaje incremente un 27,3 %, lo que supondría alcanzar los 6,5 millones de personas en situación de soledad.
Muchas de estas personas viven en soledad en contra de su voluntad. Y son las que sufren de manera especial en fechas señaladas como la Navidad, donde la tradición lleva a las familias a reunirse y compartir momentos de vida para recordar en el futuro.
De este grupo, una gran parte son personas mayores. Según datos de Qida, tres de cada diez mujeres mayores de 75 años y de hombres mayores de 85 años viven solos en España. “La soledad en los mayores trae múltiples consecuencias que afectan directamente a la salud, pero sobre todo es destacable la afectación a nivel emocional, como pueden ser visibles episodios de tristeza no controlados o incluso a niveles más graves como la depresión”, explica Mónica Capella, Trabajadora Social y Referente Social en Qida, empresa de impacto social y líder en atención domiciliaria de calidad en España.
El fenómeno de la soledad no deseada requiere un abordaje complejo y a largo plazo. Y es probable que nunca llegue a solucionarse del todo. Pero hay que comenzar dando pequeños pasos, y desde Qida aconsejan partir de la empatía haciendo que estas personas se sientan integradas y acompañadas “durante todo el año”, puntualizan.
Para ello, se pueden establecer rutinas comunes: momentos compartidos de ocio, cultura, actividades o acompañamiento, que, en caso de ser intergeneracional, será incluso más enriquecedor para todos.
Además, se puede recurrir a herramientas como la asistencia a domicilio. Y es que, como destacan desde Qida, “los cuidados a domicilio pueden ayudar a mitigar la sensación de soledad” porque aportan seguridad en el hogar y hacen notar que hay alguien que responde al otro lado.
Sin embargo, el acompañamiento no tiene que ser virtual o pasivo, sino activo. Y eso requiere “incluir a la persona en todos los procesos, mantener el contacto activo, realizar un acompañamiento continuado dentro de lo que sea posible y que se sienta partícipe de un núcleo familiar; siempre siguiendo los protocolos establecidos”, explican.
Para ello, proponen actividades adaptadas a las condiciones de salud y bienestar de cada persona, ya sean en pequeños grupos o en comunidad. Se trata, en definitiva, de compartir momentos durante la Navidad y el resto del año, de manera que, aunque cada persona viva en su casa, todos sientan que forman parte de un grupo y que no están aislados de la sociedad: que hay alguien que nos quiere aunque sea a varias calles de distancia.