La fragilidad se define como una disminución de las reservas fisiológicas que aumenta la vulnerabilidad ante el estrés quirúrgico.
La fragilidad engloba debilidad muscular, agotamiento, baja actividad física y pérdida de peso involuntaria. Afecta a entre el 10 y el 25 % de las personas mayores de 65 años que requieren cirugía.
Pacientes frágiles presentan más complicaciones postoperatorias, como infecciones, delirium y fallo orgánico. También requieren ventilación mecánica prolongada e ingreso en cuidados intensivos con mayor frecuencia.
Valorar la fragilidad va más allá de los análisis de sangre y pruebas cardiológicas.
Existen escalas estandarizadas, desde la Clinical Frailty Scale hasta el índice de Fried, que miden actividad, fuerza y resistencia.
Fuerza de prensión manual: refleja masa muscular
Velocidad de la marcha: indica capacidad funcional
Nivel de actividad semanal: detecta sedentarismo
Pérdida de peso reciente: señala malnutrición
La valoración neuropsicológica detecta deterioro incipiente que aumenta el riesgo de confusión postoperatoria. El screening nutricional identifica desórdenes que afectan la cicatrización y la inmunidad.
Una vez detectada la fragilidad, se activan programas personalizados para aumentar la tolerancia a la cirugía.
Ejercicios de resistencia, balance y fuerza durante 2–4 semanas antes de la intervención mejoran la capacidad funcional y reducen el riesgo de caídas.
Suplementos de proteínas y calorías ajustados según el estado basal, junto a asesoramiento dietético, contribuyen a ganar masa muscular y reservas energéticas.
Fisioterapeutas: diseñan y supervisan rutinas de ejercicio.
Nutricionistas: elaboran planes de alimentación hipercalórica.
Psicólogos: refuerzan la adherencia y la motivación del paciente.
La anestesia en pacientes frágiles requiere ajuste de dosis y técnicas para minimizar el impacto sobre sistemas vitales.
Empleo de anestesia regional cuando sea posible y administración de agentes de corta duración para acelerar la recuperación neurológica.
Uso de ecocardiografía transesofágica y monitorización de la perfusión tisular para detectar precozmente variaciones hemodinámicas y evitar complicaciones.
Tras la intervención, el enfoque en unidad de cuidados intensivos debe contemplar la fragilidad para prevenir deterioros adicionales.
Iniciar la deambulación y ejercicios pasivos en las primeras 24 h reduce la sarcopenia y mejora la función pulmonar.
Ambientes con iluminación adecuada, estimulación cognitiva y protocolos de sueño vigilado disminuyen la incidencia de confusión y delirios.
Integrar la evaluación de fragilidad en la práctica habitual de anestesiología y cuidados intensivos supone un avance en la calidad asistencial.
Menor tasa de complicaciones graves
Estancia hospitalaria reducida
Mejora de la calidad de vida tras el alta
Nuevos biomarcadores sanguíneos y aplicaciones de inteligencia artificial en el análisis de datos preoperatorios abren la puerta a valoraciones más precisas y rápidas.
Elemento | Descripción |
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Definición de fragilidad | Pérdida de reservas fisiológicas y vulnerabilidad al estrés |
Escalas de cribado | Clinical Frailty Scale, índice de Fried |
Intervenciones preoperatorias | Prehabilitación física, soporte nutricional y psicológico |
Ajustes en anestesia | Técnicas regionales, fármacos de corta duración, monitorización |
Cuidados postoperatorios | Movilización temprana, control de delirium, monitorización avanzada |
La incorporación de la fragilidad en la valoración preoperatoria y el diseño de estrategias de prehabilitación y ajuste anestésico mejora notablemente los resultados quirúrgicos en personas mayores. Un enfoque multidisciplinar que incluya ejercicio, apoyo nutricional y técnicas específicas de anestesia, junto a cuidados intensivos con movilización temprana y control del delirium, es clave para reducir complicaciones y acelerar la recuperación.
https://www.cun.es/actualidad/noticias/fragilidad-mayores-cirugia-depende-estado-fisico-mental
https://perioperativemedicinejournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s13741-025-00549-1