La edad biológica refleja el estado de salud y función de un órgano, distinto de los años vividos.
El estudio rastrea proteínas específicas en sangre y las asigna a su órgano de origen, utilizando algoritmos que estiman cuán “envejecido” está cada tejido.
Entre diez órganos analizados, el cerebro fue el que mostró la mayor asociación con el riesgo de muerte y desarrollo de Alzheimer.
Los hallazgos confirman el papel central del cerebro en la longevidad individual.
Las personas con cerebros que “envejecían” más rápido tenían un 182 % más de riesgo de morir en 15 años.
Un cerebro con edad biológica alta incrementó en 12 veces la probabilidad de desarrollar Alzheimer en el mismo periodo.
La combinación de edad cerebral acelerada y envejecimiento rápido del sistema inmunitario multiplicaba aún más el riesgo de mortalidad, subrayando la necesidad de un enfoque integral.
Conocer nuestra edad biológica cerebral permite personalizar estrategias preventivas.
Programas de estimulación cognitiva
Ejercicio físico adaptado para favorecer la neuroplasticidad
Dietas ricas en antioxidantes y nutrientes cerebrales
Incorporar tests de proteínas en sangre para monitorizar la edad cerebral cada 1–2 años y ajustar hábitos de vida o tratamientos.
El estudio plantea nuevas direcciones en medicina del envejecimiento.
Spin‑offs como Teal Omics y Vero Bioscience desarrollan tests comerciales para estimar la edad biológica de órganos.
Evaluar fármacos y suplementos que frenen el envejecimiento cerebral, así como vacunas o moduladores inmunitarios que mantengan fuerte el sistema de defensa.
Diseñar protocolos que aborden simultáneamente cerebro e inmunidad para maximizar la extensión de la vida saludable.
Parámetro | Detalle |
---|---|
Riesgo de muerte | +182 % en 15 años por cerebro más envejecido |
Alzheimer | ↑12 veces más probabilidad con edad cerebral alta |
Órganos analizados | 10 (cerebro líder en predicción) |
Intervención recomendada | Estimulación cognitiva, ejercicio y dieta antioxidante |
La edad biológica del cerebro se perfila como el mejor predictor de longevidad, superando a otros órganos. Medirla mediante biomarcadores proteicos en sangre permite identificar a quienes necesitan intervenciones preventivas tempranas, desde programas cognitivos hasta ajustes dietéticos y terapias inmunológicas. Este enfoque integral abre la puerta a estrategias personalizadas para frenar el envejecimiento cerebral y prolongar la vida con calidad.
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