Más del 60% de los mayores de 65 años presentan hipertensión arterial. La enfermedad se caracteriza por el aumento sostenido de la presión arterial, lo que incrementa el riesgo de ictus, insuficiencia cardíaca, infarto de miocardio y deterioro cognitivo. El envejecimiento vascular, la rigidez arterial y la coexistencia de otras patologías aumentan la complejidad del manejo.
En personas mayores, la hipertensión suele coexistir con diabetes, insuficiencia renal o fragilidad. Esto obliga a individualizar objetivos terapéuticos, ajustar fármacos y vigilar efectos secundarios como mareos, hipotensión ortostática o caídas.
La Sociedad Europea de Cardiología establece un umbral de diagnóstico en cifras de presión arterial superiores a 140/90 mmHg. Recomienda iniciar tratamiento farmacológico de forma temprana en mayores con riesgo cardiovascular elevado, siempre valorando la tolerancia y el estado funcional del paciente.
El documento publicado en Enfermería21 incide en el papel de los profesionales de enfermería en la monitorización, educación sanitaria y adherencia terapéutica. Subraya la importancia de la automedida domiciliaria y la telemonitorización como herramientas de apoyo.
Matia Fundazioa plantea que, en pacientes frágiles, los objetivos de presión arterial deben ser menos estrictos, priorizando la calidad de vida sobre el control intensivo. Recomienda estrategias de reducción gradual y vigilancia cercana de síntomas asociados a la hipotensión.
El primer paso en la mayoría de los pacientes consiste en cambios en el estilo de vida: reducción de sal, dieta equilibrada tipo mediterránea, actividad física adaptada y control del peso. Estas medidas pueden reducir entre 5 y 10 mmHg la presión arterial.
Los fármacos más utilizados en geriatría incluyen diuréticos, antagonistas del calcio, inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) y antagonistas de los receptores de angiotensina II (ARA II). La combinación a dosis bajas suele ser más eficaz y mejor tolerada que el uso de monoterapia a dosis altas.
El seguimiento regular con controles de tensión arterial, analíticas y valoración clínica es esencial para ajustar los tratamientos y prevenir complicaciones. La coordinación entre médicos de atención primaria, cardiólogos, geriatras y personal de enfermería garantiza un manejo más seguro.
Un control adecuado de la hipertensión reduce en más del 40% el riesgo de ictus y en un 20% la probabilidad de infarto. Además, disminuye la incidencia de deterioro cognitivo y dependencia funcional en la vejez.
El abordaje no se centra únicamente en cifras de tensión arterial, sino también en la capacidad del paciente para mantener su independencia. El control óptimo contribuye a un envejecimiento más activo y saludable.
Aspecto clave | Recomendación práctica | Evidencia disponible | Impacto en el paciente mayor |
---|---|---|---|
Umbral diagnóstico | ≥ 140/90 mmHg según guías ESC 2024 | Ensayos clínicos y estudios poblacionales | Mejora la detección precoz y el inicio temprano de tratamiento |
Objetivos terapéuticos | Ajustar a fragilidad y comorbilidades, evitando controles excesivamente bajos | Guías geriátricas y criterios de Matia Fundazioa | Reducción de riesgos asociados a hipotensión y caídas |
Papel de enfermería | Educación sanitaria, automedida y telemonitorización | Guía española de hipertensión 2025 | Mayor adherencia y participación activa del paciente |
Estilo de vida saludable | Dieta mediterránea, reducción de sal, ejercicio adaptado | Recomendaciones internacionales | Reducción de la presión arterial y mejora de la calidad de vida |
El aumento de la esperanza de vida incrementa la prevalencia de hipertensión y multiplica la presión sobre los sistemas sanitarios. Se necesitan políticas de prevención y programas específicos para mayores.
Cada paciente geriátrico presenta necesidades distintas. El reto está en encontrar un equilibrio entre control de la tensión, calidad de vida y prevención de efectos adversos.
La hipertensión arterial en el paciente geriátrico constituye un desafío clínico y social de gran relevancia. Las últimas guías destacan la necesidad de un diagnóstico precoz, un tratamiento individualizado y un papel activo de enfermería en la educación y seguimiento. La combinación de cambios en el estilo de vida y tratamiento farmacológico adaptado mejora la calidad de vida, previene complicaciones y favorece un envejecimiento saludable. El futuro pasa por integrar criterios geriátricos en las guías clínicas y garantizar un abordaje centrado en la persona.
https://www.matiafundazioa.eus/es/blog/hipertension-arterial-en-el-paciente-geriatrico-criterios-practicos-para-un-abordaje
https://www.enfermeria21.com/diario-dicen/guia-hipertension-arterial-2025/
https://secardiologia.es/publicaciones/catalogo/guias/15503-guia-esc-2024-sobre-el-manejo-de-la-presion-arterial-elevada-y-la-hipertension