Con la edad, el cerebro pierde parte de su capacidad de adaptación, conocida como plasticidad neuronal. Las neuronas siguen activas, pero su comunicación se vuelve menos eficiente. Según los autores del estudio, los niveles de la molécula ubiquitina K63 aumentan en el hipocampo —zona vinculada a la memoria— y disminuyen en la amígdala —relacionada con las emociones—. Este desequilibrio afecta a la forma en que las células cerebrales se envían señales, lo que puede traducirse en dificultades para recordar, concentrarse o aprender cosas nuevas.
Esta molécula actúa como un “regulador” de la limpieza y reparación de proteínas dentro de las neuronas. Si su función se altera, se acumulan desechos celulares y las conexiones entre neuronas se debilitan. En los experimentos realizados con animales mayores, reducir los niveles excesivos de esta molécula mejoró el aprendizaje y la memoria, lo que abre la puerta a posibles terapias futuras.
El deterioro cognitivo leve —frecuente a partir de los 65 años— se manifiesta en olvidos, lentitud mental o dificultad para seguir conversaciones. Este estudio muestra que detrás de esos síntomas hay una base biológica concreta: la pérdida de equilibrio en los mecanismos que mantienen las neuronas sanas. No se trata solo del paso del tiempo, sino de procesos moleculares que, si se controlan, podrían retrasar la pérdida cognitiva.
Aunque la investigación es básica y no propone aún un tratamiento, sus resultados respaldan la importancia de la prevención. Mantener la mente activa, realizar ejercicio físico regular, dormir bien y seguir una dieta equilibrada ayudan a conservar la plasticidad cerebral y pueden reducir el impacto de estos cambios moleculares con la edad.
Los hallazgos refuerzan la utilidad de las intervenciones no farmacológicas para frenar el deterioro cognitivo. Programas de estimulación mental, actividades sociales, música, lectura o ejercicios de memoria ayudan a que el cerebro conserve sus conexiones activas y compensen los efectos del envejecimiento neuronal.
En la práctica sanitaria, conocer estas alteraciones permite orientar mejor la detección precoz del deterioro cognitivo. Los profesionales de salud mental y geriatría podrán diseñar intervenciones personalizadas que fortalezcan las áreas más vulnerables del cerebro antes de que aparezca un daño irreversible.
| Aspecto estudiado | Región cerebral implicada | Cambio observado | Consecuencia principal |
|---|---|---|---|
| Niveles elevados de ubiquitina K63 | Hipocampo | Afecta la memoria y el aprendizaje | Mayor dificultad para recordar información reciente |
| Disminución de ubiquitina K63 | Amígdala | Reduce la regulación emocional | Aumento de ansiedad o apatía con la edad |
| Restablecimiento del equilibrio molecular | Hipocampo y amígdala | Mejora la comunicación entre neuronas | Recuperación parcial de la función cognitiva |
| Factores protectores | Estimulación cognitiva y ejercicio | Mantienen la plasticidad neuronal | Previenen el deterioro funcional progresivo |
Comprender cómo se degradan los sistemas de comunicación neuronal con el tiempo ayuda a explicar por qué algunas personas mantienen una mente ágil a edades avanzadas y otras desarrollan problemas de memoria. Los científicos insisten en que los factores de estilo de vida pueden modular la velocidad del envejecimiento cerebral tanto como los factores genéticos.
El siguiente paso será confirmar si los cambios observados en la ubiquitina K63 en modelos animales también se producen en humanos y, en ese caso, si es posible intervenir de forma segura para restaurar el equilibrio. Estas investigaciones sientan las bases para una futura medicina preventiva del cerebro, donde el objetivo no sea solo vivir más años, sino conservar la lucidez mental durante toda la vida.
El estudio publicado en Neuroscience con DOI 10.1016/j.neuroscience.2025.06.032 ofrece una nueva visión sobre el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento. Identifica alteraciones en una molécula que regula la comunicación neuronal y demuestra que su desequilibrio afecta la memoria y la emoción. Más allá del laboratorio, estos resultados refuerzan la importancia de las estrategias de vida saludable, la estimulación mental y la detección temprana como herramientas efectivas para preservar la salud cerebral. Comprender cómo envejece el cerebro es el primer paso para aprender a cuidarlo.
https://www.ibroneuroscience.org/article/S0306-4522(25)00714-6/abstract