El aumento de la esperanza de vida obliga a repensar qué significa “estar preparado para envejecer”. Durante años, la atención se centró casi exclusivamente en el ahorro financiero. Sin embargo, el MIT AgeLab demuestra que este enfoque es insuficiente: la longevidad exige anticipar necesidades de salud, red social, accesibilidad del hogar, planificación de cuidados y capacidad para afrontar transiciones vitales.
El índice desarrollado por el MIT analiza ocho dominios clave: salud y autocuidado; finanzas; vivienda; cuidados; conexiones sociales; comunidad; actividades cotidianas; transiciones vitales. Este marco plantea que envejecer bien implica equilibrio entre recursos, entorno, relaciones y capacidad de adaptación, no solo estabilidad económica.
Los resultados del Longevity Preparedness Index muestran que la preparación global se sitúa en niveles medios-bajos. La mayoría de personas reconoce su preocupación por el envejecimiento, pero no ha tomado medidas en áreas decisivas como cuidados futuros, adecuación del hogar o mantenimiento de redes sociales. Las carencias más marcadas aparecen en planificación de cuidados, adaptación de vivienda y prevención en salud. Las puntuaciones más altas se registran en comunidad y conexiones sociales, factores protectores frente a la soledad y el deterioro funcional.
El MIT AgeLab señala tres pasos clave: tomar conciencia de las necesidades reales de una vida larga; evaluar objetivamente la situación personal en los ocho pilares; actuar de forma anticipada adaptando vivienda, reforzando hábitos de salud, planificando apoyos, manteniendo comunidad y diseñando una estrategia financiera coherente con décadas de longevidad.
El Longevity Preparedness Index redefine la conversación sobre envejecimiento: no basta con tener pensión, salud o ahorro. Envejecer bien exige anticipación integral en vivienda, cuidados, comunidad, finanzas, conexiones sociales y resiliencia vital. La longevidad es una oportunidad, pero solo lo será para quienes se preparen con realismo y anticipación.