¿Cómo mejorar el estado físico de las personas mayores tras el confinamiento? Durante casi tres meses, muchas personas mayores se han movido lo mínimo imprescindible, tanto en sus hogares como en las residencias en las que viven. Una situación que ha afectado a sus capacidades físicas e incluso cognitivas, poniendo en riesgo su salud y bienestar.
Ahora que regresa progresivamente la movilidad con el desconfinamiento total y el fin de la mayor parte de las restricciones, es el momento de buscar solución a estos problemas con un plan de vuelta a la normalidad adecuado a las características de cada persona. Un papel que deberán jugar tanto sus familiares, como los cuidadores, médicos y personal de las residencias y centros de mayores.
La principal consecuencia del confinamiento en los mayores es la pérdida de masa muscular, lo que provoca que la persona no pueda moverse con la misma facilidad y agilidad que antes de la cuarentena. La vuelta a la normalidad, por tanto, deberá ser progresiva para permitir que la musculatura recupere su tono habitual. Habrá que comenzar con pequeños paseos que se irán ampliando a medida que la persona vaya ganando fuerzas, hasta llegar al punto de marzo en que se quedaron. Es importante que, en una primera fase, el mayor vaya acompañado para evitar caídas y dotar de mayor seguridad a la persona.
A la hora de salir de nuevo a la calle habrá que tener en cuenta que la piel es más sensible a la luz solar por haber estado encerrados en casa durante tantas semanas. Por eso, se recomienda aplicar protección solar en todas las zonas expuestas para evitar quemaduras y lesiones. En los ojos, y siempre que esté recomendado para esa persona en particular, se podrán utilizar gafas de sol.
A nivel cognitivo, la solución está en volver a realizar los ejercicios y actividades habituales. La reapertura de los centros permitirá que las personas mayores vuelvan a sus terapias de estimulación cognitiva habituales con el menor riesgo posible para su salud.
Pero, en paralelo, habrá que prestar atención a la psicología: muchos mayores tendrán miedo de ‘recuperar’ su vida habitual a sabiendas de que el riesgo de contagio sigue siendo elevado. Por eso, es necesario, de nuevo, acompañar a la persona y proporcionarle todas las medidas de seguridad y protección disponibles y recomendadas, como mascarilla, guantes (si procede) o gel hidroalcohólico para el lavado de manos. Además, la persona acompañante deberá velar por el cumplimiento del distanciamiento social recomendado.
Estas medidas deberán complementarse con una adecuada alimentación que tenga en cuenta el crecimiento del gasto calórico que supondrá volver a cierta actividad física. Será necesario consultar con un profesional o cuidador este extremo, de manera que el mayor se alimente correctamente para, además, recuperar las posibles carencias nutricionales que haya acumulado durante la cuarentena.
La clave de este proceso es la progresividad en la vuelta a la ‘normalidad’, la protección del mayor para evitar contagios, el empoderamiento para que gane confianza y seguridad, el seguimiento profesional y la escucha: nadie mejor que la propia persona para opinar sobre su desescalada, siempre dentro de los parámetros que haya determinado el cuidador que se encargue de velar por su bienestar.