¿Qué es Amigos de los Mayores y a qué se dedica?
Es una fundación privada creada en 1987 que lucha contra la soledad no deseada de las personas mayores. Nació en Barcelona como herencia de una entidad francesa. Y ha ido creciendo hasta atender en varias Comunidades Autónomas.
¿Cómo combate la soledad de los mayores?
Desarrollamos un modelo de acción social que busca dotar de herramientas a las personas mayores para que puedan luchar contra sus sentimientos de soledad, sobre todo a través del acompañamiento emocional con voluntarios. También desarrollamos acciones comunitarias y de acompañamiento y socialización en los barrios o comunidades.
Además, buscamos denunciar las situaciones de discriminación hacia los mayores, y tenemos el Observatorio de la Soledad, una plataforma de generación de conocimiento creada en 2017. Generamos conocimiento para poder facilitar herramientas a quienes luchan contra la soledad no deseada de las personas mayores.
¿Cómo puede una persona mayor en soledad acceder a los servicios o acciones de la Fundación Amigos de los Mayores?
Las personas mayores nos llegan por iniciativa propia o derivadas de servicios sociales, ambulatorios u otras entidades. También acompañamos a personas que están en residencias, que nos avisan de situaciones de este tipo. Analizamos perfiles y buscamos voluntarios que puedan generar una relación de amistad. Y establecemos el vínculo entre el voluntario y el mayor.
También tenemos otros proyectos como ‘Barrios Amigos’, que es de tipo comunitario y que busca generar dinámicas de acompañamiento y ayuda mutua entre vecinos para que las personas se sientan más seguras. Y desarrollamos actividades de socialización mediante espacios seguros y de confianza a los que van los mayores y los voluntarios para relacionarse entre sí.
¿Se enfoca bien el problema de la soledad en residencias de mayores?
No, en general. Pero no se puede culpabilizar a nadie, y tampoco a un centro. Sí pienso que es necesario incorporar la atención a la soledad en los centros residenciales y desarrollar otro tipo de proyectos y programas.
El modelo de cuidados de larga duración lleva en cuestión mucho tiempo, y la pandemia ha demostrado que se tiene que reformular, también incorporando el bienestar emocional dentro del modelo de cuidados. Si lo hacemos, incorporaremos la atención a la soledad no deseada y al aislamiento social.
Pero las residencias ya organizan actividades grupales y en muchos centros se comparte habitación, por ejemplo. Incluso se diseñan los cuidados para cada usuario a través de modelos ACP. ¿Cómo se puede enfocar?
Hay que cambiar el foco y hacer que los residentes formen parte del proceso de la toma de decisiones sobre el modelo de intervención y sobre los espacios de relación que se tienen que crear. No es solo hacer una atención centrada en sus necesidades, sino preguntarle qué necesitaría para sentirse bien.
También creo que hay que concebir las residencias como un espacio dentro de su entorno. ¿Qué relación tienen ahora con su entorno? ¿En qué medida se abren a la comunidad y la gente entra y sale de los espacios residenciales para compartir instalaciones? Una cuestión es la gestión de los recursos y de los espacios, y otra es la apertura de los centros residenciales a los barrios y la interacción con los barrios.
En países como Canadá se abrieron centros residenciales al barrio. Una idea podría ser hacer un menú popular un día a la semana para que la gente pudiera ir a comer a la residencia. O que se abra la biblioteca o se celebren conciertos. Crear espacios intergeneracionales, aprovechar los jardines.
¿Cómo ha afectado la pandemia a la soledad de los mayores?
De diferentes maneras. Las personas mayores han sido las personas más vulnerables de la pandemia y han estado en el centro de la atención, pero no de forma positiva. Se ha discriminado a las personas mayores en la imposición de ciertas medidas, como la reducción de horarios, la brecha de acceso a ciertos tratamientos por edad, la atención desigual en los diferentes territorios, etc.
También ha habido una proyección de las personas mayores como un único colectivo frágil, enfermizo y vulnerable, algo que no se corresponde con la realidad porque el grupo de edad de las personas mayores es el más diverso que existe en estos momentos.
Hay personas mayores con muchísima autonomía, con una vida muy participativa en comunidades y barrios a las que se ha negado toda posibilidad de desarrollar actividades, mientras que el resto de la población ha podido hacer online sus actividades. No ha habido un ‘plan b’. A nosotros nos han llamado personas diciendo que antes no se sentían solas, pero que ahora no podían desarrollar sus actividades habituales. Y en los medios no se ha comentado nada de esto.
¿Qué efectos puede causar sobre la salud física y psicológica la soledad no deseada en personas mayores?
Hay muchos autores que hablan de esto y lo explican. En la salud física se aumenta la presión sistólica, se acentúa la obesidad, amplifica el declive motor, empeora el funcionamiento vascular, se incrementa el riesgo de ictus, etc. Y en la salud psicológica aumentan los problemas de sueño, se empeora el funcionamiento cognitivo, crece el riesgo de ansiedad o los cambios de personalidad, etc.
Hay personas mayores que se sienten solas a pesar de tener familia y de no estar aisladas en la vida.
La soledad no tiene que ver con vivir acompañado o no. Una persona puede vivir sola y no sentirse sola. O vivir acompañada y sentirse sola. La soledad no deseada es una percepción subjetiva que tenemos cuando las relaciones que tenemos no se corresponden con aquellas que desearíamos tener. Es una discrepancia de tipo cognitivo que no tiene que ver con vivir solo o no.
Hay que tener claro que la soledad es un fenómeno muy complejo, diverso y plural, y que existen tantas soledades como personas que la padecen, algo que debe tener en cuenta la atención para garantizar la igualdad de oportunidades.
¿Cómo se puede abordar la soledad de personas que no están solas en el mundo? Quizás las familias no se dan cuenta de que su familiar se siente solo.
Hay que huir de la culpabilización, ni a las familias ni a las personas. Hay muchos factores que interactúan, y de hecho decimos que la soledad es un fenómeno social. Que una persona se sienta sola no tiene por qué ser culpa de sus hijos.
El reverso de la soledad no es la ‘no soledad’, sino tener herramientas para hacerle frente, dice un famoso autor. El sentimiento de soledad de las personas tiene que ver con sus expectativas individuales, pero no con lo que los otros le dan. Es con la percepción que tiene sobre lo que los otros le dan.
Una de las dificultades a la hora de abordar la soledad es la detección de estas situaciones, ya que muchas veces implica sentimiento de vergüenza o culpa. Por eso hay que empoderar a las personas para que puedan hacerle frente y generar comunidades más humanas, seguras y participativas.