Según la estimación más fiable, que es la del Instituto Nacional de Estadística, España deberá alcanzar un techo máximo de unos 48 millones de habitantes a mediados de este siglo, con una estructura poblacional altamente envejecida. El grueso de la población serán mayores de 65 con un nivel cultural y experiencial alto. Con herramientas para poder decidir cómo quieren o no vivir el final de su vida. Es probable que un porcentaje de esta generación no viva mucho tiempo como dependentes, pues podrá elegir no vivirlo.
Esta generación dejará atrás un país con un tejido productivo en pleno empleo. Probablemente con niveles de cotización más altos, que igualarán los ingresos al Estado de una población en activo con bajos niveles retributivos, con empleos precarios y con grandes bolsas de subsidiados.
Aunque muchos insisten en que a partir de ese momento la población tenderá al estancamiento y empezará a descender ligeramente. Es probable que una situación de pleno empleo, y de buen nivel retributivo, impulse nuevamente tasas de natalidad más altas, iniciando así un nuevo ciclo de crecimiento poblacional.
Toda predicción demográfica se fundamenta en un supuesto básico y en las condiciones actuales de las que parte la población. Pero la sociedad que dejaremos los “babyboomer” cambiará mucho sin nosotros. Nuestra generación ha sido la mayor generación de la historia de nuestro país. Requeriremos un importante esfuerzo también en los últimos años de nuestra vida.
Al igual que lo hemos hecho durante todos los años de nuestra existencia, hemos creado una nueva manera de entender la universidad, el trabajo, las casas, las familias, el ocio…. Y como no podía ser de otra manera, también la atención a los mayores. Dejamos cambios según avanzamos en edad, pero es posible que esos cambios, cuando nuestra generación no esté, no permanezcan, y las cosas vuelvan a cambiar y se transforme nuevamente.
Es posible que nuestro sector viva un momento de atención a una gran generación, acostumbrada a hacer el mundo a su medida. Pero no será el modelo definitivo. Después del 2060, nuestro sector tendrá que volver a reinventarse.
Nuestra visión del futuro no puede caer en la misma limitación de los años setenta, en la que nadie presuponía que sólo dos décadas después España estaría recibiendo a millones de extranjeros. Nuestras previsiones tienen que tener una perspectiva del país como parte de un mundo global en el que viven jóvenes deseosos de cambiar el mundo, preocupados con cuestiones que nosotros ni tan siquiera logramos acabar de entender. Esos jóvenes crearan espacios según sus criterios, que quizás sean algo distintos a los que nuestra generación quiere implantar para cuidarse a sí misma.
Probablemente las cosas sucederán de un modo muy distinto y ahora estemos inventando el modelo con el que queremos atender a nuestros padres. Y será tarea de nuestros hijos inventar el modelo con el seremos atendidos nosotros. Somos una generación egocéntrica a la que le cuesta entender que tan sólo podrá definir el modelo para atender a aquellos que nacieron en la postguerra y en la España de Franco.
Los que nacimos al final de esta era, quizás debamos empezar a escuchar a los nuevos empresarios que ahora tienen 30 años para entender cómo creen ellos que debemos ser atendidos cuando necesitemos ayuda en la última etapa de nuestra vida.
En AMADE contamos con asociados que representan a esos jóvenes emprendedores enamorados del sector, que nos sorprenden con su generosidad y con su flexibilidad, y que nos proponen modelos abiertos y muy respetuosos. Quizás ellos deban capitanear los grandes cambios del sector.
Inmaculada Cerejido
Directora general de Amade