La Organización Mundial de la Salud define la adherencia al tratamiento como el cumplimiento del mismo (tomar la medicación de acuerdo con la dosificación del programa prescrito) y la persistencia (tomar la medicación a lo largo del tiempo). Pero esto no siempre se cumple a rajatabla, especialmente en pacientes crónicos y polimedicados, que en ocasiones acusan un mayor incumplimiento de las terapias, ya sea por decisión propia, por olvidos o confusiones con la medicación.
En ocasiones, este incumplimiento terapéutico no solo se ciñe al tratamiento, sino también a todas las recomendaciones higiénico-dietéticas que ayudan a controlar una patología. “Obviamente, otra razón de este mal seguimiento de los tratamientos recae en la falta de tiempo que tanto los médicos como el resto de profesionales en ocasiones tenemos para nuestros pacientes”, explican desde Atepharma.
No siempre la falta de adherencia se debe a estos factores. En otras ocasiones, los efectos secundarios llevan al paciente a suspender la medicación. Algo que “repercute en el gasto sanitario de forma directa”, ya que “suele acarrear pruebas innecesarias, cambios de tratamiento, modificaciones de dosis, consultas con especialistas evitables, incluso ingresos hospitalarios”, enumeran desde Atepharma.
Todo esto se traduce a nivel de nuestro sistema sanitario en millones de euros anuales. Un gasto especialmente importante en paciente crónicos y polimedicados.
Para conseguir que el paciente tenga una mejor relación con la medicación, con las recomendaciones que le hacemos y, obviamente, para reducir las consecuencias en la salud que esto pueda tener, es fundamental el trabajo coordinado entre los distintos profesionales sanitarios.
También es muy importante conseguir la implicación y concienciación del propio paciente y los familiares/cuidadores. “Cuando se consigue que paciente y familiares/cuidadores comprendan la/s patología/s, el objetivo de cada tratamiento y las complicaciones que puede tener a largo plazo llevar mal un tratamiento es más sencillo que se corrijan los errores que se están cometiendo”, apuntan los expertos consultados.
En este sentido, destaca la figura del farmacéutico, quien puede “hacer un trabajo muy útil a la hora de detectar estos malos hábitos con las terapias”, explican. Esto se debe a que el farmacéutico se ve como un profesional cercano que tiene un trato muy habitual con el paciente. Suele ser una figura que no solo conoce la terapia del paciente, sino sus costumbres y preferencias, que conoce a familiares/cuidadores y a quien se suele recurrir, por su proximidad, para pedir consejo.
“Debemos fomentar una relación estrecha entre este profesional sanitario, el personal de enfermería y el/los médico/s”, recomiendan. “De este modo, habrá un flujo de información continuo que permitirá valorar los tratamientos prescritos para cada paciente”, añaden.
El farmacéutico se convierte en una herramienta útil dentro de lo conocido como “patient journey”, o recorrido clínico del paciente, en el que poder apoyarse también para transmitir conocimientos sobre los medicamentos, las patologías o, incluso, para hacer llegar recomendaciones higiénico-sanitarias o realizar seguimientos rutinarios de la salud del paciente. Consiguiendo, con ello, mejorar la adherencia al tratamiento a través de un enfoque tanto informativo, como estrictamente sanitario.