En el mundo empresarial es una afirmación aceptada que lo social y lo empresarial han de ir de la mano; quizás este sea el cambio de mayor calado que está viviendo la empresa en este siglo XXI. Fue en la segunda parte del siglo XX cuando se impuso la idea rompedora de integrar ambos conceptos como una herramienta necesaria para hacer negocios. No es posible separar a la empresa de la realidad social en la que actúa. No son entes aislados de la sociedad y, sobre todo, son los principales agentes de transformación y cambio de nuestro mundo.
Las empresas necesitan incorporar a sus cuentas de explotación cuestiones sociales para poder generar modelos de negocio sostenibles. No es posible implantar modelos de negocio que no contemplan la dimensión social en su más amplio sentido (medio ambiente, diversidad, sostenibilidad…),
Si bien estos conceptos en otros sectores ya estaban muy incorporados, en el nuestro, quizás por la proximidad con las personas, pensábamos que ya estábamos en lo social.
Las empresas del sector socio-sanitario, y quiero insistir en el concepto “empresas”, pues nuestro sector tiene distintos tipos de figuras que operan en él, en este caso dejamos a un lado a las empresas de carácter social y sin ánimo de lucro, que tienen en su propia configuración para la integración de lo social con lo económico.
Las entidades con ánimo de lucro en todos los sectores, pero también en el socio-sanitario, tienen actualmente el reto de diseñar modelos de negocio donde lo social y lo económico se integren para ofrecer respuestas válidas a las demandas que la sociedad plantea actualmente a las empresas.
Las figuras que nos permiten establecer la relación ente los beneficios económicos y la acción social son:
Importante entender que se trata de un conjunto de acciones voluntarias y extraordinarias que realiza la empresa para actuar allí donde considera debe aportar valor social/medioambiental.
Es un código de valores que marcan toda actuación en la organización; no implica acciones extra ni actuaciones fuera del marco empresarial.
Implica un procedimiento de actuación con usuarios determinado por comités de ética y protocolos.
Integrar estos tres conceptos en el funcionamiento de las empresas socio-sanitarias implica un trabajo profundo desde los más altos niveles de la dirección. Distinguir las tres herramientas que se ponen a disposición de las empresas para integrar su acción social es importante para decidir dónde y cómo queremos estar como empresa.
En AMADE somos conscientes de que muchas empresas de nuestro sector ya llevan mucho camino andado, otras lo están iniciando y algunas están buscando cómo poner en marcha modelos de trabajo que les permitan avanzar en este camino.
Invitamos a trabajar en esta línea, pues existen evidencias claras de que las empresas que hacen compatible lo social en su actividad empresarial logran mejores resultados, mejores colaboradores y clientes más satisfechos. Es una apuesta que garantiza el éxito. Requiere cambios profundos, pero con importantes beneficios que comienzan a percibirse desde los primeros pasos.
Estas líneas de trabajo darán respuesta a los retos y exigencias a las que el sector se ve actualmente expuesto. Desde este modelo de trabajo podremos ser transparentes, implantar sistemas de cuidado centrados en la persona, garantizar la calidad de nuestros servicios y, sobre todo, mostrar un compromiso real el servicio que prestamos a las administraciones y los ciudadanos.
Inmaculada Cerejido
Directora General AMADE