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Yolanda de la Fuente: “Una ciudad es inteligente cuando da respuesta a las necesidades de la ciudadanía”

Yolanda de la Fuente, catedrática de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Jaén y consultora internacional del Banco Mundial en Turismo Sostenible.

Entrevista con la catedrática de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Jaén y consultora internacional del Banco Mundial en Turismo Accesible

Martes 13 de noviembre de 2018

Mientras el campo se vacía progresivamente, las ciudades se ensanchan para dar cobijo a todas las personas que buscan habitarlas. Entre ellos millones de mayores y personas en situación de dependencia, que muchas veces se enfrentan a entornos hostiles que no tienen en cuenta sus necesidades específicas. Pero envejecer es un derecho, como también lo es hacerlo en condiciones. Y en esa ecuación, las ciudades tienen mucho que decir (y mucho por hacer).

Recientemente participó en el II Congreso Intersectorial de Envejecimiento y Dependencia con una ponencia titulada ‘Envejecimiento digno como derecho de ciudadanía’. ¿En qué consiste exactamente?

Como consecuencia del envejecimiento de la población, gracias al aumento de la esperanza de vida, es el momento de replantearse la respuesta que dan las ciudades a las necesidades de esta población. La ponencia trataba cómo es envejecer en una ciudad empática en lugar de hacerlo en una envejecida, y cómo se articulan las ciudades para responder a las necesidades de las personas mayores, que las necesitan diseñadas mejor, que no se conviertan en entornos hostiles, sino amables.

¿Las ciudades españolas son amigables con los mayores?

Algunas sí y otras no. Aquellas que forman parte del concepto de ciudades amigables con los mayores sí dan respuestas a su ciudadanía, pero la crisis ha hecho estragos en la respuesta y adaptación de las ciudades a las necesidades de su población.

Algunas comunidades autónomas han solventado esa necesidad adecuando las viviendas con subvenciones, por ejemplo, pero con la crisis desaparecieron esas ayudas y hemos visto cómo las viviendas se han convertido en cárceles para quienes vivían en ellas. Y cuando la persona sale a la calle, a veces se rompe la cadena de accesibilidad, concepto que valora los problemas que se encuentran por el camino mientras se dirigen a su destino. Por falta de recursos económicos de muchas ciudades no se ha mantenido esa cadena de accesibilidad como debería.

¿Son menos amigables las ciudades grandes que las pequeñas?

Depende, las ciudades grandes, al menos en el centro urbano, suelen ser más amigables porque tienen comercio y lugares culturales, por lo que al sector servicios le interesa que lo que ofrecen sea accesible. En ciudades medias se puede ver mayor accesibilidad que en entornos rurales. Pero las ciudades van haciéndose amigables en función del compromiso de los representantes políticos con su entorno. Hay zonas rurales completamente accesibles, quizás un pueblo pequeño, y hay ciudades amigables e inteligentes, como por ejemplo Málaga.

Que una ciudad sea amigable, ¿depende completamente de los poderes públicos o la ciudadanía puede contribuir a ello?

La ciudadanía es la clave, cualquier palanca de cambio la necesita. Las personas mayores se han convertido en agentes de transformación social, se implican y movilizan, y hacen que las cosas cambien.

Y en el día a día todos tendremos nuestra parte de responsabilidad para facilitar la vida de estas personas, ¿es así?

Exactamente. Si un día paseas por la ciudad y miras los obstáculos que hay por el camino, verás la de cosas que se pueden solucionar. Hay desde raíces de árboles que sobresalen hasta lugares oscuros, pasando por obras en la calle, coches en las aceras o incluso una papelera mal colocada.

Son cosas pequeñas que con sentido común se pueden solucionar, pero también son verdaderos obstáculos que hacen la vida muy difícil a una persona mayor o con necesidades especiales.

¿Qué otras ciudades, aparte de Málaga, podrían ser consideradas amigables en España?

Ahora mismo, Madrid, que incluso tiene en marcha una campaña que se adhiere a la Red Mundial de la Organización Mundial de la Salud, de donde parte todo esto, y que requiere un diagnóstico, un plan de acción, y experiencia y buenas prácticas. Una ciudad no pasa de buenas a primeras a ser amigable con las personas mayores.

Las Rozas, también. Al final se trata de construir la ciudad de manera inteligente, por lo que cualquier responsable público que quiera responder a las necesidades de sus ciudadanos, tiene que pensar en las personas mayores.

Hay pequeñas actuaciones en muchos lugares. En Nueva York, por ejemplo, se retocaron los cruces para reducir las muertes por atropellos. Se logró en un 25%. Y en Canadá, que tiene mucha dispersión geográfica, existe un medio de transporte pensado para desplazar a personas mayores o que utilizan sillas de ruedas. Son cosas que no se hacen para toda la ciudadanía, sino como experiencia para solucionar cosas concretas en el caso de las personas mayores. Se ve que la ciudad se adapta.

¿Cómo puede contribuir la tecnología a crear ciudades amigables?

Mucho. Durante mucho tiempo se ha hablado de las smart cities, pero se ha dado un paso más y ahora se habla de smart human cities, que colocan a la persona en el centro de la ciudad. Una ciudad es inteligente cuando da respuesta a las necesidades de la ciudadanía.

Dentro de poco veremos vehículos autónomos y robots en nuestro entorno. ¿Supondrán un peligro o un potencial beneficio para las personas mayores?

Se habla de la ética a aplicar a los vehículos sin conductor en las ciudades. Son cosas que están en desarrollo, sobre todo en Corea del Sur, Singapur, Japón o Silicon Valley. Nos parecen cosas raras, pero ya forman parte de la vida diaria, como los robots sociales o de acompañamiento. Tendremos que acostumbrarnos porque la tecnología ha llegado para quedarse.

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