La lucha contra el Alzheimer se intensifica. La última noticia, una de las más esperanzadoras de los últimos años, la han dado los laboratorios Eisai y Biogen, como parte de un trabajo conjunto entre investigadores japoneses y estadounidenses: han desarrollado un fármaco capaz de frenar el avance del Alzheimer.
El medicamento, basado en un anticuerpo llamado lecanemab, ha demostrado en ensayos clínicos con voluntarios ser capaz de frenar el deterioro cognitivo asociado al Alzheimer en un 27 %. Se administra por vía endovenosa cada dos semanas durante un periodo de 18 meses, aunque la mejoría ha sido perceptible a partir de los 6 meses de empezar a administrarlo, según los primeros datos, anunciados por ambos laboratorios.
En principio, el medicamento no cura el Alzheimer, sino que frena su avance, por lo que podría ser útil para personas diagnosticadas de forma precoz cuyo deterioro cognitivo todavía no es incapacitante.
Lo que hace este fármaco es bloquear la formación de placas de beta-amiloide, la proteína considerada como causante del deterioro cognitivo y, en última instancia, de esta enfermedad. Un reciente estudio ponía en duda esta teoría, que ha marcado durante las últimas décadas la lucha contra el Alzheimer, si bien este medicamento retomaría la senda de trabajo habitual, y además con datos que soportan su funcionamiento.
De hecho, Eisai y Biogen prevén comenzar a comercializar este medicamento antes de mediados de 2023, por lo que su lanzamiento podría ser inminente una vez las Autoridades sanitarias de Estados Unidos, Europa y Japón lo aprobaran. A finales de noviembre se presentarán los primeros resultados en un congreso en San Francisco (Estados Unidos) y en una revista científica.
Sin embargo, los estudios sobre este fármaco van a continuar, ya que los investigadores quieren comprobar qué pasa con los pacientes una vez dejan de ser inyectados con el mismo, a los 18 meses. Podrían darse varias situaciones: una, la peor, es que la enfermedad volviera a progresar; pero también podría darse el caso de que se haya quedado estancada o, incluso, que el efecto positivo se incrementase, siempre teniendo en cuenta que no se trataría de un medicamento enfocado a la curación del Alzheimer.
En cualquier caso, los estudios se han realizado sobre 1800 voluntarios con una enfermedad poco avanzada, de forma que se necesitarán estudios posteriores con personas con Alzheimer avanzado para comprobar su potencial beneficio.
Es probable que el fármaco se autorice primero con pacientes en fases iniciales, como forma de evitar que el deterioro cognitivo avance. Pero también habrá que analizar el riesgo-beneficio de utilizarlo en cada caso, ya que entre los efectos secundarios habituales en inhibidores de beta-amiloide están la inflamación del cerebro o pequeñas hemorragias cerebrales. En este medicamento en particular, el 12 % de los voluntarios sufrieron inflamación del cerebro y el 18 %, microhemorragias, aunque en ambos casos casi siempre asintomáticos.
En cualquier caso, podríamos estar ante uno de los mayores avances de los últimos años contra el Alzheimer y en una clara esperanza para millones de familias.