La fisioterapia para personas con Alzheimer es una intervención habitual en estos pacientes, dado que se han demostrado los beneficios que tiene sobre su autonomía.
El Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM) quiere visualizar la importancia de adoptar un enfoque concreto con estas personas, como explica Ana Herrero de Hoyos, presidenta de la Comisión de Neurología del CPFCM, al destacar que “la fisioterapia ayuda, y mucho, a frenar el deterioro de estas personas. Acompaña y guía a los pacientes de Alzheimer durante todas las etapas de la enfermedad, dotándoles de medios; previniendo, promoviendo y permitiendo una mejora en su calidad de vida”.
La fisioterapia forma parte del equipo interdisciplinar que atiende a pacientes de Alzheimer y aborda todas las fases del proceso neurodegenerativo.
Un programa sobre el papel de la fisioterapia en el Alzheimer, elaborado por la Confederación Mundial de Fisioterapia (WCTP, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), señala como objetivos prioritarios la prevención de problemas asociados a la evolución de la enfermedad y el consiguiente deterioro sobre el sistema musculoesquelético o respiratorio.
También se centra en el objetivo de mantener durante el mayor tiempo posible la autonomía del paciente, dotándole de medios para lograrlo, junto a hábitos saludables y actividad física, con su debido control y seguimiento.
Asimismo, contribuye a retardar el avance de la enfermedad, fomentando el correcto funcionamiento del sistema musculoesquelético, cardiorrespiratorio y funciones psicomotrices. Y sirve para asesorar a familiares y cuidadores sobre el manejo del paciente en las distintas fases de la enfermedad, así como sobre su propio autocuidado.
El ejercicio terapéutico durante el envejecimiento, pautado y supervisado por un fisioterapeuta, disminuye el riesgo de padecer procesos degenerativos. En estos casos es conveniente la intervención de la fisioterapia tan pronto como se diagnostica la enfermedad, para mantener la autonomía del paciente durante el mayor tiempo.
El tratamiento fisioterápico en sí dependerá de en qué fase se encuentre cada persona y abarca desde la cinesiterapia, hidroterapia, estimulación psicomotriz y la fisioterapia respiratoria, entre otras.
En la primera fase de la enfermedad se utiliza, sobre todo, ejercicio terapéutico guiado por el fisioterapeuta y adaptado a las circunstancias personales, con el objetivo de movilizar y prevenir atrofias, rigideces y dolores, así como a mantener la autonomía, entrenando la marcha, el equilibrio y la coordinación, lo que ayuda a evitar caídas. Se añaden técnicas de relajación, terapia manual e hidroterapia.
En una segunda fase se profundiza en ese trabajo, incidiendo en los cambios posturales, ejercicios de movilidad de columna y tórax, ejercicios de potenciación muscular y fisioterapia respiratoria.
En las fases más avanzadas de la enfermedad, cuando la persona suele estar encamada y con un importante deterioro físico y psíquico, el papel de la fisioterapia se orienta hacia técnicas que minimicen complicaciones (problemas respiratorios, circulatorios, de estreñimiento, cutáneos, etc.) y mejoren la calidad de vida del paciente.