¿Qué es Ageing Lab y a qué se dedica?
Es una fundación sin ánimo de lucro, constituida en 2013, que nace fruto del encuentro de personas del ámbito universitario, sobre todo investigadores relacionados con el envejecimiento, y del ámbito empresarial.
Vimos que teníamos muchas cosas en común, aunque trabajábamos de forma diferente, pero con los mismos objetivos. Queríamos crear sinergias entre personas, instituciones, entidades y empresas que quisieran unirse a nosotros para mejorar la calidad de vida de los mayores generando y transfiriendo conocimiento, además de sensibilizar a la población y mejorar la capacidad y formación de aquellos que están en torno al envejecimiento.
Son una red de investigación.
Sí, nosotros lo llamamos ‘polo de conocimiento’, pero es generar ideas, investigarlas y, una vez obtenemos resultados, transferirlo, algo que hacemos de forma gratuita.
¿Qué hay que hacer para unirse y colaborar con ustedes?
Basta con llamarnos. Todo el que tenga algo que hacer es bienvenido.
¿Colabora con ustedes alguna empresa o institución de fuera de España?
Sí, estamos asociados a varias redes de conocimiento, como Macrosad, una cooperativa con más de 8.000 personas, o la Red Europea de Living Lab, en la que participa nuestro Living Lab.
Estamos además en varios proyectos europeos, también en proyectos con Portugal, Italia, Francia, Grecia… En algunos proyectos con más protagonismo que en otros, pero siempre de la mano de alguien.
¿Cómo se financian?
Básicamente, por acciones formativas. Formamos a empresas e instituciones y hacemos consultoría. Y también por los proyectos de investigación.
¿En qué líneas de investigación se centra Ageing Lab?
La Fundación se sitúa en el envejecimiento activo, y dentro de eso, la prevención de la dependencia y la promoción de la autonomía personal. Desde ahí, trabajamos varias líneas como la prevención de caídas, accesibilidad o felicidad.
¿Felicidad?
Sí, felicidad en el envejecimiento. Es lo contrario de soledad y aislamiento. Que el envejecimiento sea digno, positivo y feliz. Nosotros tenemos claro que el envejecimiento es un reto, somos más mayores y tenemos que vivir mejor, con dignidad hasta el último día. Y tiene que ser positivo, hay que desterrar todas las connotaciones negativas que tiene la sociedad sobre el envejecimiento.
Tiene que basarse en principios y cuestiones que hagan que la visión sobre el envejecimiento sea feliz, con personas integradas y que aportan a la sociedad. Es un motor de progreso, la persona mayor envejece y va cambiando su actividad, pero nunca deja de aportar.
¿Cómo se puede hacer realidad el envejecimiento feliz?
Si somos capaces de aportar un entorno seguro al mundo del mayor y de hacer que la persona sea activa y se encuentre bien de salud y en relaciones sociales. Es importante la formación a lo largo de la vida. Una persona sana, integrada y formada, que mantiene la inquietud, es feliz.
El concepto de felicidad surge ante varias cosas que estamos descubriendo, como el aislamiento social. No es lo mismo estar solo que sentirse solo. Nuestra sociedad cada vez es más individualista y hay gran cantidad de mayores que se ven en la situación de estar solos y se aíslan.
En ello es importante la intergeneracionalidad. Hemos constatado que cuando los mayores mantienen contacto con menores, sobre todo con niños, no solo son activos, sino felices. Hemos perdido algo muy importante como país, y es que antes manteníamos el núcleo, casi en el mismo domicilio, con abuelos y nietos juntos, y esa transmisión se ha perdido. Hay que redescubrirlo.
Ageing Lab participa en el II Congreso Intersectorial de Envejecimiento y Dependencia, y usted es presidente del Comité Organizador. ¿En qué consiste este congreso?
Llevará el lema “Una nueva mirada a la evidencia” y pretende poner negro sobre blanco qué hay sobre dos cuestiones: la primera, cuál es el escenario ante el reto de la vejez y la soledad, donde vamos a hablar de la economía del envejecimiento en Europa, la llamada silver economy, analizar el envejecimiento digno como derecho, e introducirnos en un tema muy bonito, el de las ciudades con valor, envejecimiento y sostenibilidad, ciudades amigables y amables con los mayores para que se sientan cómodos.
Por otro lado, buscaremos soluciones ante el reto de la vejez y la soledad, con atención a la tecnología. También la intergeneracionalidad versus soledad, las dos líneas objeto de estudio de la Fundación. Y los factores clave en la promoción de la autonomía personal. Todo ello con personas muy interesantes que saben mucho de lo que van a hablar. Es la propia esencia de la Fundación, sumar, debatir y aprender.
¿Están la sociedad y los poderes públicos concienciados sobre las necesidades de las personas conforme envejecen?
Los poderes públicos reconocen que van lentos, a remolque. El sector va marcando el paso porque tenemos más agilidad para movernos. No me cabe ninguna duda de que las políticas poco a poco se van reorientando, no queda otra.
Hay una cuestión que nos ha hecho reaccionar, y es que el envejecimiento no se puede ver como un lastre o un problema, como algo negativo, ni podemos abordarlo de forma paternalista, hay que huir de eso. Los mayores somos una parte más de la sociedad, y cada vez más grande. Se dice que vamos a ser el 35% de la población española. Eso es bueno, lo hemos conseguido entre todos, pero también es un reto.
Una corriente científica busca revertir el envejecimiento. ¿Qué opina de eso?
Yo soy científico y desde que tengo uso de razón científica, no conozco a nadie que haya descumplido años. De momento no hay solución al envejecimiento, pero sí a su aspecto. Yo soy muy pragmático y, a día de hoy, lo que tenemos que hacer es jugar con lo que tenemos.
Hay que ponerse las pilas porque vamos a tener cada vez más personas mayores, y con un perfil muy distinto al de hace años: ahora son activas y con capacidad y ganas de hacer cosas. Debemos crear el marco para se envejezca digna, positivamente y con felicidad. Es nuestro leit motiv.