Apenas lleva unas semanas como presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) y en ‘NGD’ hemos querido que este médico geriatra adelante sus planes para la nueva etapa de una institución multiprofesional que aglutina a 2.500 socios y que, lejos de ver problemas en el envejecimiento de la población, lo que ve en realidad son retos derivados de un estilo de vida que permite seguir cumpliendo años.
¿Qué supone para usted haber sido nombrado nuevo presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología?
Estoy muy contento porque es una sociedad transversal y multiprofesional que en este momento tiene más de 2.500 socios que trabajan por el envejecimiento: cómo tratamos las enfermedades del envejecimiento y, además, cómo tratamos otros aspectos relacionados con el envejecimiento, como las pensiones, el pacto intergeneracional o qué hacemos a partir de los 65 años con personas que son muy activas.
¿Dónde va a poner el foco durante tu etapa?
Sobre todo, en que los abordajes tanto de las enfermedades como los problemas del envejecimiento social, se hagan de forma transversal, con distintos perfiles profesionales. Quiero intentar lograr soluciones transversales. Los problemas complejos hay que abordarlos de forma compleja.
¿Plantea que también participen políticos y la sociedad civil en este abordaje?
Me parece que es básico que participen y que lo aborden no como problemas, sino como retos. Que cada vez tengamos más ancianos en la sociedad no es un problema, es el éxito que hemos conseguido con medicina, promoción de la actividad física, dieta equilibrada, participación en la vida social, etc. Es muy importante que los propios ancianos participen en la toma de decisiones. Y los políticos se tienen que implicar de forma más decidida que hasta ahora.
¿Qué peso tienen en su programa las nuevas tecnologías?
Son muy importantes porque una parte de los servicios a las personas mayores ya viene dada por las nuevas tecnologías. En la soledad, que es uno de los principales indicadores de mala calidad de vida en las sociedades occidentales, hay una parte que se puede solucionar con interacción de medios de comunicación telemáticos.
Los ancianos, cuando enferman, son complejos, de ahí que estén los geriatras, que tratan cinco o seis enfermedades crónicas o en fases avanzadas, con decisiones clave de cómo operar, etc. Aquí, las nuevas tecnologías, concretamente el Big Data y la Inteligencia Artificial, van a ayudar a tomar decisiones diagnósticas y terapéuticas mucho más acertadas. Hay un margen enorme para poder desarrollarnos.
Como médico geriatra, ¿cree que hay que dar un impulso a esta rama de la medicina en España?
Sí. Actualmente tenemos 900 geriatras en todo el sistema de salud, público y privado, y 32 centros acreditados, con unas 70 plazas. En Andalucía y País Vasco hay una verdadera carencia de geriatría; no está en la cartera de servicios de la sanidad pública. Y la evidencia científica indica que hay que dotar a todos los hospitales de esta figura.
Como presidente de la SEGG, ¿cómo va a intentar dar ese impulso?
Lo primero, intentando hablar con la opinión pública para que conozca el reto. También, hablando con asociaciones de mayores y con políticos, para concienciar de este importante problema. Y vamos a intentar mejorar la información pregrado de los médicos en geriatría y de las enfermeras.
¿La gente joven está interesada en este sector?
En la mayoría del mundo occidental, la geriatría es una especialidad que se quiere poco. Geriatría, medicina interna o medicina de familia se eligen más tarde porque tienen menos atractivo. Pero hay que transmitir que la geriatría es una especialidad muy interesante y bonita, que obliga a trabajar al cerebro. Hay que ser muy buen médico para poner el tratamiento adecuado. Ser geriatra no es sencillo, es un reto intelectual. Es una especialidad de prestigio con beneficios importantes para la sociedad.
¿Cuáles serían las enfermedades que van a suponer un mayor reto tanto para los sistemas de salud como para países como España, con una población cada vez más envejecida?
Hay tres grupos: las enfermedades neurodegenerativas, con el Alzheimer y otras demencias; el cáncer, que incide más en población anciana que en jóvenes; y las enfermedades cardiovasculares, como la cardiopatía isquémica o las enfermedades vasculares periféricas. Son las tres ‘C’: cabeza, cáncer y corazón.
Otro de los retos que tenemos en España es el tema de las pensiones. ¿Cómo ve desde su posición y experiencia el asunto? ¿Estamos a tiempo de salvar el sistema?
El tema de las pensiones hay que abordarlo de manera decidida. Ahora mismo, la pensión media está en alrededor del 75 % del salario medio. Si en los próximos 20 años no hay cambios en las políticas, estará en un 30 % del salario medio. Hay que empezar a trabajar y ver de qué manera podemos integrar personas cada vez más mayores que necesitan vivir de forma digna.
Nos jubilamos con 65 o 67 años, pero todavía nos quedan de 25 a 30 años de vida activa, sin enfermedad. La mitad de los nacidos en España en 2017 vivirán más de 100 años. ¿De qué manera podrán revertir a la sociedad estas personas activas? Igual pueden hacer una actividad laboral parcial que genere para ellos satisfacción y para la sociedad riqueza. O haciendo voluntariado. Pueden aportar su experiencia, y eso exige abrir un debate sobre esa segunda edad laboral en la cuarta edad de la vida.
No es un problema, es un reto y una oportunidad. Al final, si todas las personas tienen un ingreso digno, harán un retorno a la sociedad vía impuestos y vía consumo.
Lo que sí parece un problema en España es la Ley de Dependencia, que no termina de despegar. ¿Cómo se podría solucionar?
Hay que repensarla porque se basa en un derecho subjetivo que depende de quien marca el criterio del derecho. Igual este año una persona con demencia moderada tiene derecho a prestación y, como es un derecho subjetivo, el año que viene cambia y solo lo tienen quienes padecen demencia grave. No se ha hecho en base a las necesidades objetivas de las personas mayores, sino mirando la posibilidad de ofrecer un servicio según un presupuesto.
Una ley que necesita tantos criterios para garantizar que sea objetiva la evaluación lleva mucho tiempo; te puedes pasar 4 o 6 meses hasta obtener el grado de dependencia. En ese periodo pueden pasar muchas cosas, y no tienen cubierta su necesidad. Hay que agilizarlo, probablemente con un abordaje más asistencial para cubrir las necesidades de la gente con dependencia, y luego ya veremos cómo hacer la reversión económica de esa prestación. Si no, se genera una complejidad enorme para estos pacientes, que están sufriendo.
¿Es optimista respecto a la situación de España? ¿Podremos mejorar estos puntos débiles?
Sí, tenemos muchas fortalezas. Una de ellas es que somos una economía desarrollada, lo que permite afrontar el envejecimiento desde una situación positiva como país.
En segundo lugar, tenemos un sistema sanitario muy bien desarrollado, con cobertura universal que cubre la mayoría de las necesidades de atención sanitaria para toda la población, con financiación pública y acceso gratuito.
En tercer lugar, estamos desarrollando con bastante fortaleza la red de servicios sociales, aunque haya que mejorar la financiación.
En cuarto lugar, tenemos una elevada esperanza de vida por nuestra forma de vivir, de comer o por lo que hemos dicho de la sanidad.
Y, además, tenemos separada la parte de Seguridad Social y pensiones de la parte sanitaria, y esto es muy importante porque otros países pagan todo de la misma caja.
Ahora bien, no hay que dormirse. No puede ser que no esté en los debates políticos y sociales o que no sea un motivo de preocupación. Si nos dormimos, lo podemos perder. Tenemos buena base, pero hay que ir preparando el futuro.