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Entrevista con la investigadora postdoctoral Marie Curie en la UCM

Josefa Ros: “Nos avergüenza mucho admitir que nos aburrimos, pero el aburrimiento cumple una función”

Josefa Ros es investigadora especialista en estudios del aburrimiento.
Josefa Ros es investigadora especialista en estudios del aburrimiento.
martes 05 de abril de 2022, 11:00h

El aburrimiento está tan integrado en nuestras vidas que nunca hubiéramos pensado que se puede estudiar desde la ciencia. Pero esta investigadora española es especialista en estudios de aburrimiento y, además, con perspectiva gerontológica. Porque nuestros mayores se aburren en las residencias y centros de día en muchas ocasiones, lo que desata patologías psíquicas e incluso físicas.

¿Qué es el aburrimiento, desde el punto de vista científico?

El aburrimiento es un fenómeno muy polifacético. La definición con la que trabajo es la de un estado molesto que encontramos cuando somos incapaces o reacios a comprometernos con una actividad o situación que tenemos presente. Este malestar nos hace reaccionar para evitarlo y restaurar los niveles de estimulación cognitiva que necesitamos para sentirnos satisfechos.

¿El aburrimiento es ‘culpa’ de la persona o de la actividad o situación externa en cuestión?

De ambas, el aburrimiento siempre depende de dos factores: el psicológico o individual, que depende de la personalidad y la conciencia de cada uno, y el sociológico, el contexto en el que se opera.

Existe la posibilidad de que se produzca un tipo de aburrimiento llamado ‘aburrimiento crónico’, que depende únicamente del individuo. Se presupone que tiene algún tipo de trastorno que le impide entretenerse o sentirse estimulado en ninguna circunstancia o contexto, aunque estas cambien.

Hay personas que se aburren poco o casi nunca, o eso dicen, mientras que otras parece que siempre están aburridas. Quizás haya temas depresivos, pero ¿es el aburrimiento una patología o es algo natural en las personas?

Hay que recalcar que eso de que algunas personas ‘nunca’ se aburren habría que ver hasta qué punto es cierto. Nos avergüenza mucho admitir que nos aburrimos, así que, cuando se nos pregunta, lo negamos. Nos gusta mostrar a los demás la imagen de que siempre sabemos cómo ocupar nuestro tiempo, cómo usarlo de manera productiva y eficiente. Pero todos nos aburrimos en algún momento.

El aburrimiento es algo que depende de la propensión que tengamos. Hay escalas que permiten medir nuestra propensión a aburrirnos, y hay personas que puntúan muy alto: casi siempre se aburren. Eso no tiene por qué significar que sufran un trastorno de aburrimiento crónico, pues, de hecho, hoy en día no se cuenta con las herramientas necesarias para diagnosticarlo porque el individuo puede referir aburrirse constantemente y que eso no dependa de ellos, sino de un contexto limitante y constrictivo que no les permite reaccionar frente al aburrimiento. Esto enlaza con mi estudio sobre el aburrimiento en personas institucionalizadas en residencias de mayores.

Hablemos de ese estudio: las personas mayores pueden pasar muchas horas vacías entre actividad y actividad, ¿es así? ¿Qué ha visto al analizar este fenómeno?

Hay centros que tienen todas las horas del día plagadas de actividades y está todo programado, y ese es precisamente el problema. El aburrimiento, en las residencias, viene por la falta de espontaneidad y de variedad, y porque las actividades no siempre son significativas para las personas que las realizan.

Una cosa son las actividades en el marco de la terapia ocupacional, que sirven para mantener las habilidades cognitivas o la destreza manual, y otra son las de ocio, las que producen placer y hacen pasar un buen rato, y estas no abundan en las residencias.

He delimitado el concepto de Aburrimiento Situacional Cronificado, que responde a esas situaciones en las que estamos aburridos siempre, no podemos salir del aburrimiento y no depende de nosotros como individuos el poder cambiarlas, sino del contexto en el que estamos. En este caso, son personas con dependencia que dependen de quienes les prestan apoyo para poder salir de ese aburrimiento.

¿Este aburrimiento casi cíclico y perpetuo puede derivar en depresión o en realidad nace de ella?

Está íntimamente correlacionado. Hay estudios que ligan ambos estados, depresión y aburrimiento crónico o situacional cronificado, que es el concepto que he desarrollado, y que explico en mi próximo libro, ‘La enfermedad del aburrimiento’.

No abunda el estudio del aburrimiento en entornos como las residencias de mayores, pero, de los pocos que hay, se ha demostrado que está relacionado con trastornos del sueño o de la conducta, ya que la manifestación típica de este estado es la ira, la frustración, gritos…

¿Cómo se puede poner fin al aburrimiento, aunque sea de manera temporal? Porque cualquier actividad termina aburriendo a la larga, en general.

Ni se le puede poner fin de manera definitiva ni es algo deseable, ya que el aburrimiento cumple una función: nos alerta de que el entorno en el que estamos inmersos o la actividad que nos tiene comprometidos no nos satisface lo suficiente, y es gracias a ese mensaje, esa experiencia dolorosa, que tomamos la iniciativa para buscar una salida a este estado. Nos quedaríamos atrapados en estas situaciones en las que el estímulo no es suficiente y nos causa malestar.

Sin embargo, cuando se da el aburrimiento situacional cronificado tenemos que intentar romper con la raíz del problema. Estoy desarrollando un proyecto financiado por la Unión Europea que se traduce por ‘Bienestar y prevención del aburrimiento en las residencias para mayores en España’, donde pretendo conocer el alcance de este problema en residencias, ya que nunca se ha llevado a cabo un estudio de estas características en nuestro país. Se ha demostrado en otros países que el aburrimiento es un problema grave. Quiero visibilizar este problema, que queda un poco al margen. Y me encantaría desarrollar un protocolo de prevención primaria, que no pasará por una solución mágica y estandarizada que se pueda aplicar a todas las residencias, por lo que tendrá que ser personalizado y adaptado a cada circunstancia.

Se trata de promover que las personas que se aburren puedan manifestar ese aburrimiento por otras vías distintas a la ira, la frustración o la agresividad, sin miedo a represalias; y dar cabida al tiempo en el que puedan florecer las realizaciones variadas y espontáneas, no previstas.

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