En los entornos residenciales, la llegada de una persona con demencia a un nuevo ambiente puede intensificar la sensación de desorientación. Para mitigar los efectos adversos que esta experiencia puede ocasionar, se pueden implementar diversas estrategias, tal como se expone en un nuevo artículo del blog del CREA, escrito por la psicogerontóloga Andrea Catalán Lanzarote.
Una de las medidas más efectivas es prestar atención al diseño de las unidades de convivencia, lo que facilita una mejor adaptación al nuevo entorno. Es fundamental crear espacios de intimidad para los residentes, ya que esto mejora la calidad del cuidado y potencia tanto la independencia como la autonomía. Además, situar los espacios comunes de manera visible y accesible contribuye a aumentar la familiaridad y legibilidad del entorno, lo que reduce la confusión y eleva la sensación de confort y seguridad al moverse por el lugar.
Ambiente hogareño y participación grupal
Investigaciones han demostrado que un ambiente que evoca el hogar fomenta que los usuarios pasen más tiempo en las áreas comunes. Este tipo de atmósfera está asociada con una mayor implicación en actividades, promoviendo así la participación grupal. Existen varios elementos que pueden hacer un espacio más acogedor: mobiliario típico de una casa, decoraciones en las áreas comunes, cocinas diseñadas para fomentar actividades diarias (ADV) y zonas destinadas a actividades informales. Todos estos factores contribuyen a aumentar el sentido de autonomía e independencia entre los usuarios.
Con la difusión de este tipo de contenidos, el CREA busca cumplir uno de los objetivos establecidos por el Imserso para 2025: facilitar la transferencia de conocimiento entre profesionales, cuidadores y familiares en el ámbito de las demencias.