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Entrevista con el médico asesor del presidente de la Fundación Edad&Vida

Josep María Vía: “No podemos exigir a las residencias la capacidad de reacción de un hospital porque no fueron creadas para eso”

El doctor Josep María Vía.
El doctor Josep María Vía.
lunes 30 de marzo de 2020, 21:00h

El doctor Vía es una de las voces autorizadas del sector, zarandeado por la crisis del coronavirus y luchando por proteger a los mayores. Hablamos con él para aclarar el papel que deben jugar las residencias de mayores en la sociedad, pero también para comprender que, cuando acabe la pesadilla, será el momento de hacerse preguntas.

Las personas mayores están sufriendo especialmente la crisis del coronavirus. ¿Por qué?

Es una situación complicada, pero hay una cosa que no ha variado desde el principio con este virus: el 80 u 85 % de la población pasa la enfermedad con síntomas leves o incluso sin ellos. En este momento parece que nos estamos acercando al tope de infectados, por lo que el 15 o 20 % de pacientes graves, es mucha gente. No significa que mueran, sino que se complica.

¿Quiénes mueren? En general, quienes tienen alguna patología crónica previa. Hay personas mayores frágiles con varios procesos activos, especialmente sensibles al virus. Por ejemplo, en el caso de los hipertensos y los diabéticos, el tratamiento facilita la colonización celular por parte del virus. También las personas inmunodeprimidas por cualquier motivo -por ejemplo, pacientes en tratamiento quimioterápico- también son de riesgo.

Es verdad que hay un porcentaje muy bajo, aunque llamativo, de personas jóvenes, de 40, 50 años o menos, sanas, a las que se les complica el proceso. La difusión de estos casos, que son poquísimos, puede dar la sensación de que esto es tremendo.

Desde la Fundación Edad&Vida hemos reclamado a las Comunidades Autónomas que pongan solución a que, en las residencias de mayores, que no es lo mismo que un centro sociosanitario, sino un sustituto del hogar en sus inicios, dispongan en estos momentos de servicios médicos suficientes. Estas organizaciones, de base social, tienen un soporte sanitario pensado para situaciones habituales, pero no para las excepcionales.

Sugeríamos, en general, que una parte de los equipos de atención primaria que han desprogramado sus actividades normales para dedicarse al coronavirus, se desplazaran a las residencias de mayores para cuidar a estos ancianos frágiles infectados. Porque no vale solo con manos de médicos y enfermeras cuando la situación se agrava. Si se quedan en la residencia, lo mínimo es disponer de oxígeno y de fármacos adecuados para una sedación, si se precisa, o para prestar atención paliativa. Productos que normalmente no están en las residencias y no pueden administrarlos quienes no sean médicos.

Aunque estos pacientes no tengan buen pronóstico, ¿deben optar a un respirador?

Los médicos están para aplicar el conocimiento, la racionalidad y el sentido común. Llega un momento en el que alargar la vida de las personas es ser mala persona con ellas; es lo que se llama “encarnizamiento terapéutico”. El médico que no entiende que las vidas tienen un final y gasta esfuerzos y recursos con un enfermo terminal irrecuperable, tortura al enfermo que merece estar tranquilo e irse en paz.

Algunas asociaciones del sector han denunciado que hay hospitales que se han negado a recibir a personas mayores infectadas por coronavirus. Dado que las residencias no están equipadas para encargarse de estas personas, ¿deberían intentar realizarse los cuidados en un hospital o en la residencia?

En la residencia. Hay que confiar en el criterio médico. No sé lo que dijeron los hospitales, pero si dijeron sin más que ‘no’, pues no se debe hacer así. No se trata de discriminar por edad, se trata de valorar uno por uno los pacientes para ver quién se puede beneficiar de un determinado tratamiento. Cuando la pandemia es como es, el número de hospitales también es el que es. Hay urgencias que están empezando a rechazar pacientes por saturación.

Hay que huir de dramatismos que solo tensionan a un personal sanitario que está haciendo una labor magnífica y que necesita apoyo y tranquilidad, no que se cuestionen sus decisiones profesionales. Cuando alguien tiene casi 90 años, sus posibilidades de salir adelante de un problema de salud grave, son limitadas o inferiores a las de una persona joven, y lo que no se puede hacer es tenerlos en una residencia sin atención adecuada. Luego ya se valorará si se va o no a un hospital. No debemos tolerar que haya personas en residencias que no están correctamente atendidas, ese es el punto de partida.

¿Quién y dónde debería hacerse esta valoración para saber qué pacientes tienen que ser derivados a un hospital?

‘Quién’, solo puede ser un médico, salvo en caso “de guerra” con pocos médicos, donde estaría la figura de la enfermera de práctica avanzada. Pero si ni siquiera tienes el médico en la residencia, nadie tiene criterio para mandar a nadie al hospital. Y si mandas al hospital a alguien que crees que está enfermo y no lo está, corres el riesgo de que vuelva a la residencia contagiado y contagiará a los que no lo estén.

Las residencias suelen tener médico o enfermera, quizás durante unas horas al día, y para tratar los problemas de salud habituales del día a día. ¿Habrá que replantearse el papel de las residencias y hacer cambios en este sentido? Por ejemplo, obligando por ley a las residencias de mayores a contar con un médico durante las 24 horas. ¿Qué tipo de perfil deberían tener estos médicos y con qué equipamiento deberían contar?

Es un tema controvertido que habrá que ver después, suscitar este debate ahora no es adecuado. Yo tengo clara mi opinión sobre el modelo, pero prefiero no pronunciarme ahora porque no es el momento de hacerlo. Habrá que analizar a fondo la realidad y adecuación de las residencias a las necesidades actuales y tener en cuenta que cuando nacieron las residencias lo hicieron parta resolver, fundamentalmente, una problemática social, no de salud. Se trataba de personas mayores, pero no tanto como ahora, que precisaban un sustituto del hogar.

Eso ha cambiado. En Edad&Vida hicimos un estudio en el que vimos que alrededor del 70 % de las personas en residencia tienen 3 o 4 problemas de salud activos, y que casi la mitad estaban tomando unos siete medicamentos. Una parte de estas personas entran en la residencia ya con úlceras. Son enfermos, no personas con problemas sociales. Habrá que ser realista y ver a ese tipo de paciente qué hay que facilitarle.

Edad&Vida ha pedido integrar las residencias de mayores en el sistema de salud. ¿Cómo sería esta integración y para qué serviría?

En lugar de estar en el sistema de servicios sociales y con soporte médico, inviertes el concepto y las pasas al sistema de salud con soporte social. Salud quiere decir médicos, enfermeras y recursos sanitarios adecuados.

Las residencias de mayores tienen protocolos para evitar enfermedades contagiosas en sus centros. Parece que no han funcionado en muchos casos, en parte porque este virus es contagioso sin síntomas. ¿Debería existir un nuevo protocolo único para residencias de mayores?

No estoy seguro de que un buen protocolo para la gripe no sirva, ya que también es contagiosa en casos asintomáticos o casi. No sé si debería ser único y homogéneo, pero sí que debería haber un protocolo marco adaptable a la realidad de cada centro. En Cataluña, de las más de 50.000 plazas de residencias que hay, alrededor de un 20 % son centros de menos de 25 plazas. La medida de aislar a los contagiados de los no contagiados no estoy seguro de que la puedas cumplir en un centro de estas características.

¿Y qué podrían hacer estas residencias de pequeño tamaño?

Cada una verá cómo afrontar la situación. La medida clave es aislar a los contagiados; a partir de aquí, depende de muchos factores. Quien autorice una residencia, debe inspeccionarla para ver si presenta las condiciones para poder aislar a los internos en caso de epidemia.

¿Cree que se ha creado mala imagen en el sector por los contagios de coronavirus en residencias de mayores? El sector se ha quejado por las palabras de la ministra de Defensa sobre cadáveres en residencias.

Las residencias suelen tener una morgue porque se producen muertes, está previsto poder salvaguardar los cadáveres antes de la llegada de los servicios funerarios. Si tienes muertes por encima del promedio normal y tus instalaciones están sobrepasadas, ¿qué haces? Lo más razonable es dejarlo en su cama a la espera de la llegada de los servicios funerarios. Si comparte habitación, dejas a los difuntos en una habitación o habilitas una planta para ello y los separas.

No estoy de acuerdo con la ministra de Defensa y tampoco con lo de la mala imagen. Las residencias no están pensadas para hacer frente a una epidemia de este tipo, como no lo están los colegios. Pero un colegio lo cierras, los niños se van a casa y se acaba. Con la residencia no es tan fácil porque es un lugar pensado para que las personas mayores que no pueden estar en su casa y necesitan cuidados y actividades puedan vivir en ellas. Las residencias están funcionando, pero no son hospitales.

Quien hace esa crítica parte de la premisa errónea de equiparar la residencia a un centro sanitario o a un centro sociosanitario, que no lo son. Una cosa es una residencia y otra un centro sociosanitario, no es lo mismo. No podemos exigir a las residencias la capacidad de reacción de un hospital porque no fueron creadas para eso, es una crítica injusta.

Parece que en otoño podríamos sufrir una nueva epidemia de coronavirus. Las medidas de confinamiento están más encaminadas a reducir el ritmo de contagios que a erradicar el virus. ¿Podríamos tener que volver a medidas de confinamiento en otoño si repunta el virus?

El confinamiento no está pensado para erradicar la epidemia, sino para bajar el número de contagios y que no se colapsen los servicios sanitarios. Si se confirma finalmente que el infectado genera anticuerpos, en principio no se volvería a infectar, por lo que, poco a poco, los focos no tendrían que ser tan epidémicos, sino más controlables.

Yo confío plenamente en que salga un fármaco a corto plazo que frene la virulencia o retrase el contagio del virus. Y estamos bastante convencidos de que a finales de año o principios de 2021 podremos tener una vacuna, porque parece que no muta, como sucede con el virus de la gripe, por lo que tendríamos el problema resuelto como sucedió con la polio o la viruela, que eran catastróficas.

Ojalá esa experiencia nos ayude a comprender que vivimos confundidos: nos hemos creído que el ser humano puede con todo y contra todo, y en el momento de máximo bienestar y desarrollo económico y tecnológico, un virus que ni siquiera es de los más agresivos, que ni siquiera es un ser vivo, nos ha puesto el sistema en jaque. Quizá empecemos a entender que somos mortales, frágiles y que controlamos menos de lo que creemos. Hay que sacar lecciones.
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