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Un verano más de soledad

Un verano más de soledad
Un verano más de soledad
Por Jorge Molina Sanz
lunes 07 de agosto de 2023, 13:00h

El bullicio veraniego encubre situaciones de soledad no deseada

A nuestros amigos parece que el calor veraniego les inspira y el marino suelta:

—Las vacaciones, además de la canícula, vienen acompañadas de mucho tráfico y bares, chiringuitos o restaurantes a rebosar. Es la época del año para viajar, socializar y vernos con amigos, familiares. Todo está lleno de gente con ganas de divertirse y disfrutar del buen tiempo.

Dentro de los rituales veraniegos, todos los años, aparece alguna noticia sobre el abandono de mascotas por parte de sus dueños para irse de vacaciones. Noticias de este tipo muestran sus dos vertientes, una que ayuda a comprobar que cada vez hay mayor sensibilización sobre el maltrato animal al darle categoría de noticia a estos hecho; la otra cara es constatar que, lamentablemente, todavía existe mucha gente irresponsable.

Lo que tiene menor repercusión como noticia es la de que, en medio de tanta aglomeración de tráfico y de personas, es la extrema soledad que padecen muchas personas mayores, soledad que se agudiza con el verano. La sensación es que cada vez es más un objeto amortizado, un elemento no productivo que hay que aparcar porque precisa de mayor atención.

Este fenómeno que cada vez va más en aumento es un índice más de los valores y pensamientos de la sociedad. Ese utilitarismo, por muy «moderno» que a algunos le pueda parecer, puede sea propio de culturas nórdicas, pero eso nunca fue la norma en la cultura mediterránea.

Nuestra joven profesora interviene:

—Es innegable que en estos momentos estamos asistiendo a nuevos paradigmas, en nuevos procesos de concienciación social, pero lo que hay es una clara deshumanización de la sociedad.

Este fenómeno es menos acusado en zonas rurales y pequeñas localidades, en las que la cercanía, el arraigo, la solidaridad y la preocupación por los mayores está más desarrollada.

Aunque nos pese, los mayores atrapados en sus casas, la dinámica del ritmo diario, las distancias, los horarios de trabajo o la educación de los hijos nos impone una dedicación que, en ocasiones, da un escaso margen para atender a los mayores, pero se debe luchar por no permitir que se desnaturalice nuestra sociedad.

Como somos muy proclives a admirar y a imitar a algunos países nórdicos como el paradigma de sociedades civilizadas y más desarrolladas, no sería una mala opción dejar de pensar que todo lo que viene del norte es mejor, más avanzado y un signo de progreso.

Abandonar algunos complejos para sentirnos orgullosos de pertenecer a la cultura meridional, una cultura milenaria que extiendo por todo el Mediterráneo que ha puesto siempre en el eje la familia y las tradiciones.

Luchemos porque no se deterioren nuestros valores y volvamos a mirar, en estos temas, a nuestros ancestros, a nuestra antigua forma de pensar de respeto y valoración de nuestros mayores.

Su soledad es la constatación de una degradación social.

El viejo marino prosigue:

—Este liviano tema veraniego, posiblemente, nos pone de manifiesto que nos han vendido bajo el disfraz del «progreso», el nuevo «signo de los tiempos» o una supuesta «sociedad moderna» y que se debe abandonar y olvidar todo aquello que está relacionado con su pasado por antiguo, rancio y anticuado.

A lo mejor no son más que falacias que nos quieren hacer digerir y que asumamos como normal que vamos hacia una sociedad diferente, pero no mejor, en la que abandonar y aparcar a nuestros mayores se acepte con naturalidad.

Al final acabaremos concluyendo que, lo mejor, no es tan malo «conservar».

Hoy la joven profesora concluye:

—Esta afirmación es muy peligrosa, porque en un país tan libre y plural, cualquier reflexión puede entenderse como una declaración política.

Se miran, sueltan una carcajada, se levantan y se van a recoger a sus mayores para acercarse al chiringuito.

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