Teresa Martínez es una de las expertas en Atención Centrada en la Persona más reconocidas del sector sociosanitario. Doctora en Psicología y gerontóloga, en esta entrevista cuenta las claves de una forma de abordar el cuidado de los mayores con más proyección en estos momentos en los que se busca una vuelta a la empatía.
Usted es doctora especializada en gerontología y experta en el modelo ACP, Atención Centrada en la Persona. ¿En qué consiste exactamente y cuál es su principal característica respecto a otros modelos de atención sociosanitaria?
Es un enfoque que apuesta por la atención personalizada, que no es lo mismo que la atención individualizada. Añade a esta, como cuestión nuclear, la autodeterminación de la persona.
Los modelos que desarrollan este enfoque pueden ser diversos, pero tienen en común una determinada mirada a la persona mayor (poseedora de dignidad, valiosa, con capacidades, con derecho a decidir sobre su vida, a tener una vida privada o a mantener su identidad) y también cómo definen la calidad de la atención.
Buscan que la persona, por el hecho de ser muy mayor o necesitar cuidados, además de recibir una atención integral, no pierda el control de su vida; es decir, que pueda seguir decidiendo sobre cómo quiere vivir y ser atendida. Se centra en lo que para la propia persona es importante, en apoyar un proyecto de vida propio y significativo, no en lo que los demás consideran adecuado. Incluso cuando tiene deterioro cognitivo y requiera apoyos importantes, en ese caso mediante el ejercicio indirecto de su autodeterminación ejercido a través de la representación de otros.
Estas propuestas confrontan con la atención asistencial tradicional, la cual parte de una visión puesta en la enfermedad, en la limitación, en la carencia, y que tiende a homogeneizar la atención al hablar de patologías y no de personas. Se basa más en cumplir tareas programadas que en las preferencias, y plantea un abordaje paternalista donde el experto decide por la persona, por su bien, pero contando poco con ella.
Este modelo tiene particularidades cuando se aplica tanto a personas mayores como a personas con demencia, ¿en qué consisten?
La atención centrada en la persona busca vida digna y personalizada para las personas que precisan cuidados. Este enfoque en gerontología surgió precisamente para mejorar el cuidado de las personas con demencia con los trabajos de Tom Kitwood y el grupo de Bradford. Su objetivo es ofrecer de un modo real atención personalizada, poniendo en el centro las decisiones y preferencias de la persona en su vida cotidiana, dando apoyos a las personas con demencia para que puedan seguir gestionando muchas cuestiones del día a día.
Cuando la persona tiene un deterioro cognitivo muy avanzado, se trata de cuidar respetando su identidad y buscando su mayor bienestar. Para ello se bucea en los valores de la persona, en su biografía, en lo que conforma su identidad y en el significado de sus comportamientos y emociones. No se considera que quien tiene una demencia avanzada haya perdido totalmente su personalidad.
Estas personas no solo tienen necesidades físicas, sino también necesidades emocionales y sociales. A la persona se le apoya para que siga decidiendo, y cuando el deterioro es muy importante, son los demás (familia, profesionales) quienes le representan, pero desde el modo de vida y valores de la persona. Esto de “total ya no se enteran…” hay que desterrarlo.
La investigación señala que precisamente las personas con demencia son las que más se benefician de estos modelos de atención, especialmente en contextos residenciales, ya que las más deterioradas tienden a ser ignoradas cuando solo se cubren sus necesidades corporales.
¿Qué beneficios directos e inmediatos obtienen los usuarios tratados bajo este modelo?
Las personas, en general, nos sentimos más satisfechas con este tipo de atención porque necesitamos y apreciamos ser escuchadas, comprendidas, reconocidas y ser apoyadas. Es importante siempre, y sobre todo cuando nos encontramos en situaciones de alta vulnerabilidad. El tener control sobre la propia vida es un factor importantísimo para la autoestima y el bienestar psicológico. A lo largo de toda la vida, también cuando se tiene una edad avanzada, se necesitan cuidados de larga duración o se está en situación de final de vida.
Distintos estudios indican que los modelos ACP, en el caso de las personas con demencia, reducen su agitación y otras alteraciones conductuales asociadas al malestar emocional que la persona experimenta ante determinadas situaciones y que necesita expresar. También algunos trabajos muestran que se incrementa su implicación en el entorno.
Hay que señalar que además hay evidencia de resultados positivos también para los profesionales, quienes cuando trabajan y cuidan desde servicios orientados hacia la ACP se sienten más satisfechos, experimentan un menor nivel de estrés laboral y los factores implicados en el síndrome del burn out se ven reducidos.
Un dato muy interesante es que estos modelos reducen el denominado estrés de conciencia, que se puede definir como el malestar derivado de la percepción de que no se está cuidando bien. El estrés de conciencia es un importante predictor del burn out. Son datos muy relevantes que no deberían pasar por alto los responsables del sector.
¿Qué necesitan los profesionales del sector sociosanitario para poder trabajar bajo un modelo ACP?
Los profesionales, mayoritariamente, quieren este cambio de modelo. Pero necesitan que la empresa o institución donde trabajan apueste con autenticidad en la aplicación de este enfoque comprometiéndose y apoyando un proceso de cambio, progresivo y adaptado a cada realidad. Ello implica creencia, ilusión, compromiso y rigor.
¿Y las empresas del sector?
La planificación, la formación y el apoyo en el cambio son indispensables. La implicación y la dignificación en todos los niveles de los cuidadores de atención directa continuada es esencial. Son una pieza clave en la aplicación de estos modelos y esto hay que cuidarlo mucho.
La buena noticia es que, aunque el proceso suele ser laborioso y requiere un claro liderazgo, luego hay beneficios no solo para las personas, sino también para las organizaciones, como por ejemplo el índice de ocupación del servicio o la reducción del absentismo laboral.
Como divulgadora de este modelo, ¿qué reticencias suele observar entre las empresas y los profesionales del sector?
Son variadas. Hay quien piensa que no es posible con los recursos actuales por falta de medios, pero la realidad nos muestra que cada vez hay más centros comprometidos que han apostado por este viaje y, curiosamente, en ocasiones no son los que mayor ratio de profesionales tienen. Con esto no quiero decir que la ratio no sea importante, es un factor claramente asociado a la calidad asistencial, pero esto solo no es suficiente para dispensar una buena atención. Hay estudios desde hace tiempo que así lo indican.
A veces, las principales dificultades no son la cantidad de recursos humanos, sino ciertas actitudes reticentes. Algunos responsables y profesionales dicen que lo que propone la ACP es algo obvio, algo que ya se viene haciendo. En mi opinión, como ya he mencionado antes, se tiende a confundir atención individualizada con atención personalizada.
¿Cómo responde usted?
Mi consejo es evaluar el día a día para comprobar si el nivel declarativo de este enfoque (con lo que es habitual estar de acuerdo) se constata en el día a día. Hacerse preguntas sobre si la autonomía, la intimidad, la consideración del valor de la persona se respeta en los cuidados cotidianos es la clave.
Los profesionales cada vez son más conscientes de la necesidad de avanzar hacia estos modelos. Los sistemas organizativos actuales lo ponen muy difícil, sobre todo en los servicios residenciales, con habitaciones dobles, horarios uniformes, escaso tiempo de los auxiliares para atender a las personas, escasa elección en la vida cotidiana, espacios donde conviven un número elevado de personas, etc.
Creo que es en este nivel donde hay que insistir y generar el compromiso, necesitamos cambiar las organizaciones, si no, el esfuerzo profesional puede quedar frustrado.
¿Existen ejemplos en España de centros que ya apliquen este modelo? ¿Cuáles han sido los resultados hasta ahora?
Los estudios publicados son todavía escasos. Algunos centros y servicios han comenzado ya este viaje e intentan hacerlo son seriedad y con compromiso. El avance se va apreciando y yo insisto en la importancia de evaluar y documentar los resultados. Esto en estos momentos es necesario separar el trigo (que lo hay) de la paja (que pudiera haberla).
También hay que advertir de que algunas apuestas empiezan con escasa formación, con insuficiente planificación, y otras parece que tienen que ver más con apuntarse a una moda, pero sin compromiso real. No podemos banalizar lo que implica un proceso de transformación hacia la ACP quedándonos en acciones aisladas o anecdóticas. Este riesgo existe.
¿Cree que las administraciones públicas están fomentando este modelo? ¿Por qué deberían hacerlo?
Porque son modelos que generan bienestar a las personas y, con ello, a las organizaciones. A mí me gusta hablar de que en los servicios gerontológicos precisamos avanzar hacia organizaciones amigas de las personas (personas mayores, familias, profesionales, voluntarios, vecinos…). Es un modo de atención que busca la corrección ética sin abandonar lo profesional. Se basa en valores que pretenden lograr buena vida individual y colectiva.
Cada vez hay más formación en esta línea impulsada por administraciones públicas, algunas normativas están siendo modificadas desde esta perspectiva y se van introduciendo condiciones en los procesos de contratación de servicios donde se habla de ACP como marco de referencia. También en los procesos de selección de personal están empezando a incluir en sus temarios de oposición estos modelos.
Sin duda, si miramos unos años atrás, algo está cambiando. Sin embargo, creo que, en general, hace falta más valentía por parte de las administraciones públicas, ya que avanzar por este camino no es sencillo. Hay que liderar cambios organizacionales que no resultan sencillos, y esto desde una mirada cortoplacista, algo habitual en política, suele dar miedo. Vale más no meterse en líos…
Es lamentable ver que, en relación a servicios residenciales, a pesar de la evidencia existente sobre el valor del modelo hogareño, se siguen construyendo residencias que perpetúan un sistema institucional, tanto en su diseño arquitectónico como en su sistema organizativo. En mi opinión, las administraciones públicas deben no solo ser ejemplo sino impulsoras de este necesario cambio en el sector, como así ha sido en otros países.
Algunas administraciones locales y autonómicas en nuestro país lo están impulsando con valentía. Hay que hacerlo bien, informando con transparencia, dialogando con los trabajadores y sindicatos, buscando el consenso, formando y planificando rutas posibles. Y por supuesto, evaluando avances, tanto en sus procesos como en los resultados.
¿Beneficia en algo la tecnología al modelo ACP? ¿En qué sentido?
La tecnología, cuando se tiene claro que es solo un medio y no acaba siendo un fin en sí misma, es toda una ayuda. En el plano del cuidado individual, todo medio que logre favorecer procesos de independencia y autonomía personal es siempre positivo.
La clave está en que la utilización de la tecnología se realice desde un acercamiento personalizado y se oriente a lo que realmente es importante para la persona y así sirva, de verdad, para reforzar su poder, su independencia y su identidad.
Algunos prototipos y aplicaciones tienen el riesgo de infantilizar a las personas o crear apoyos muy descontextualizados del modo de vida de quien los usa. Tampoco creo que la tecnología deba ocupar ni sustituir lo que brinda la comunicación interpersonal.
Necesitamos tecnología centrada en las personas, no centrada en el negocio. Algo que es compatible, sin lugar a dudas. Si es así, es estupendo y puede facilitar la aplicación de este enfoque de atención.