Con las principales fiestas navideñas a la vuelta de la esquina, y en medio de un repunte de la incidencia del virus en el mundo y la amenaza de una nueva cepa, buscamos respuestas a cómo pasar una Navidad segura con las personas mayores que viven en residencias. No va a ser sencillo, pero la responsabilidad y el sentido común serán el libro de instrucciones de seguimiento obligatorio para todos.
Estamos a las puertas de una Navidad más extraña que nunca. ¿Es prudente reunirse con personas mayores o es ponerlas en riesgo?
Van a ser unas Navidades distintas para todos, tanto en el ámbito familiar, en gente que vive en su casa, como en personas que viven en residencias. Creemos que hay que intentar combinar las medidas de seguridad con la calidad de vida en los centros. Hay que buscar un equilibrio que permita que la gente pueda recibir visitas y pasar el máximo tiempo posible con sus familiares, pero sin condicionar la seguridad de las personas que residen en los propios centros.
¿Cómo se podría hacer? Porque muchas familias suelen sacar de las residencias a sus mayores en estas fechas y se los llevan a casa. ¿Es prudente hacerlo? ¿Cómo se podría hacer con menor riesgo?
Las visitas, hasta ahora, han dado un buen resultado. No han supuesto un foco de contagio porque se hacen en un marco de seguridad muy adecuado. Las salidas sí pueden generar más inquietud, ya que el mayor número de brotes se están dando en el ámbito social, y concretamente en comidas familiares. Si los mayores salen de la residencia para ir a una comida en un espacio cerrado y con más gente, nos preocupa.
En esa duda, seríamos más favorables a ampliar las posibilidades de visitar los centros. Hoy en día, la normativa dice que solo puede visitar una persona como máximo una hora. Pensamos que se podría hacer una excepción que permitiera que personas convivientes pudieran visitar en el mismo espacio a su abuelo. O quizá ampliar el tiempo o hacer más visitas.
El mayor riesgo, desde nuestro punto de vista, está en las salidas sin pernoctación. Nos genera más preocupación, porque no es solo la posibilidad de que esa persona se contagie, sino que pueda contagiar posteriormente al resto de personas que están en el tiempo.
Otra solución serían las salidas a más largo plazo. En algunas comunidades autónomas, a partir de un cierto número de días, se permite la vuelta con PCR negativa y aislamiento. Habría que valorarlo. Limitar las salidas para que fueran de varios días, no de un solo día, porque no podemos hacer pruebas y aislamiento por que la persona haya salido unas horas. Defendemos criterios únicos, que no haya diferencias entre unas residencias y otras, sino que sea la Administración quien lo marque de manera clara.
¿Les consta que las Administraciones hayan establecido criterios únicos para las residencias de mayores?
No, actualmente lo que hay es lo que se ha publicado por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Necesitamos un marco adecuado, que la Administración dicte cuál es la situación para que no quede en manos de las residencias, porque entonces cada una tomará una decisión en función de sus circunstancias.
¿Podría una residencia negarse a que una persona mayor regrese al centro tras haber pasado unos días con su familia?
La residencia tiene que cumplir la normativa. Nosotros queremos claridad para que la residencia sepa en cada momento qué tiene que hacer. Necesitamos seguridad. No puede ser que quede en manos de cada residencia tomar una decisión u otra, porque estamos hablando de cuestiones de salud pública. Debe ser la Administración la que lo dicte de manera concreta, no ambigua.
¿Tienen miedo de que pueda llegar una ‘tercera ola’ después de las Fiestas?
Hablar de una tercera ola cuando seguimos en la segunda… Estamos en un nivel de incidencia muy elevada. No se ha acabado con la segunda ola. Sabemos que cualquier medida, como las salidas o los contactos, son un riesgo elevado que, más que una tercera ola, nos pueden impedir acabar con la segunda.
Entendemos que las familias y los usuarios tienen que estar en contacto estas Navidades. Entendemos el impacto negativo que podría generar lo contrario. Lo respetamos y creemos que hay que intentar que ese contacto se produzca, pero también reconocemos que las salidas pueden generar un riesgo en los centros porque desde el momento en que una persona sale por la puerta, nosotros no tenemos ningún tipo de trazabilidad sobre la situación ni las condiciones en las que está esa persona. Simplemente nos sometemos a una declaración responsable de la persona que viene a recogerlo, pero no tenemos más. No tenemos la seguridad de que realmente ha sido así. Y no podemos hacernos responsables de lo que pase fuera el centro. Bastante tenemos con hacer todo lo posible para que en el centro la situación esté controlada.
¿No serviría como ‘solución’ reforzar el uso de las nuevas tecnologías o fomentar reuniones familiares no basadas en comidas o cenas, sino en simplemente ‘verse’ en persona con mascarilla?
Podría ser, pero la situación es que la Administración decide cómo van a ser las Navidades en casa, así que lo mismo debería ser en residencias. Hay que reducir el riesgo y permitir el contacto más seguro posible. Una solución podría ser esa, pero no lo hemos valorado.
La comida es un espacio de peligro porque mucha gente habla, se come, se quita la mascarilla… Y eso, en espacios cerrados, ha demostrado su peligrosidad. La Administración tendrá que valorar y proponer medidas.