Con más de 10 años de experiencia en el sector asistencial, Silvia de Bodas presenta la sección de salud mental en el programa de radio ‘Amade en las ondas’, y hoy explica a ‘NGD’ cómo fomentar el autocuidador del cuidador. Porque, casi siempre, quien cuida es quien menos se cuida.
¿Qué podemos entender por ‘cuidador’?
Al hablar de cuidador nos referimos principalmente a la familia con parentesco directo, personas que conviven con aquellos a quienes prestan sus cuidados.
Ser cuidador principal significa dar un apoyo diario con actividades que tienes que sumar a las que ya venías haciendo, como son tu vida laboral y personal. Es decir, es una sobrecarga de acciones físicas que tienes que encajar.
Esto hace que al final se vean afectadas el área sanitaria y el profesional, y que surja, como consecuencia, el agotamiento emocional. Las personas, como cuidadores, nos descuidamos, valga la redundancia. Pasamos a un segundo plano y caemos en ansiedad y depresión. Nos absorbe el tiempo con la pareja, los hijos y los amigos, lo que conlleva riesgo de aislamiento social.
¿Este agotamiento físico también puede enmascarar el emocional?
Por supuesto. Además, es bidireccional. Dejamos de hacer lo que nos gustaba y eso provoca dolor tensional de por sí. A esto se suma que el cuidado del ser querido o con un grado de dependencia que implica acciones como ayudar a levantarlo o el cambio de ropa, conlleva dolores de espalda, entre otras partes del cuerpo. Algo que, a su vez, causa culpabilidad en el cuidador, que piensa que no puede o no debe quejarse por la situación.
¿Cómo se puede salir de este bucle sin ese sentimiento de culpa del que habla?
Una de las cosas más importantes es reconocer y tratar lo que estamos pasando. Detectarlo. Como hemos dejado de salir, de compartir o de estar con los demás, nos lo comemos todo solos. Dejamos, incluso, de preocuparnos de nosotros mismos. Tenemos que ser conscientes de que algo está ocurriendo, y sólo así podremos darle salida.
Para ello, es muy importante aprender a respirar y saber analizar qué actividades son más complejas para nosotros en el día a día, así como intentar eliminar la ansiedad, quitar la carga y asimilar cada acción. Pero, sobre todo, hay que buscar apoyo y no sentirse mal ni culpable por ello.
En paralelo, no hay que dudar en hacer uso de las herramientas que tenemos, como tratamientos en un centro de día, donde se puede seguir atendiendo sin renunciar a nada. Siempre hay opciones y tenemos que escucharnos y dejar que nos apoyen los profesionales.