Manuel Ángel Franco: “El vivir bien o mal se basa en cómo se siente cada uno”

Hablamos sobre salud mental en personas mayores con el presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría y Jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Zamora con el objetivo de comprender mejor cómo abordar las patologías psiquiátricas en la tercera edad, sobre todo después de la fase aguda de una pandemia que ha puesto contra las cuerdas el bienestar emocional de todos.

¿Qué es la Sociedad Española de Psicogeriatría y cuáles son sus fines?

Es una Sociedad creada por psiquiatras para promover la investigación, el conocimiento y formación de la patología psiquiátrica en el campo de las personas mayores.

Con el tiempo, la Sociedad se ha abierto y se han incorporado profesionales de otras ramas, como psicólogos clínicos, geriatras o neurólogos, de forma que hoy es una Sociedad dirigida a la mejora de la salud mental en personas mayores desde la prevención a un diagnóstico que es diferente en el caso de personas mayores que en el de personas más jóvenes, y un tratamiento que también tiene especificidades vinculadas a la fragilidad, deterioro cognitivo o polimedicación, lo que exige habilidades y necesidad de intervenciones psicosociales diferenciales.

¿Cuáles son las principales enfermedades psiquiátricas que detectan en personas mayores?

Las más frecuentes son las vinculadas al deterioro cognitivo, la pérdida de capacidades cognitivas y la psicopatología asociada, que es la que genera más dificultades. La pérdida de memoria es un problema, pero, de cara al cuidado, son las alteraciones conductuales.

También el síndrome depresivo, relacionado con pérdidas de seres queridos, capacidades económicas o la dificultad para mantener un rol social.

Como sociedad profesional, habrá en ella personas que trabajan en hospitales o residencias, lugares muy diferentes entre sí, pero ¿cómo se plantea el abordaje en general de estas patologías?

Primero, hay que conocer las especificidades de estos problemas, que afectan y se tratan de forma diferente en personas mayores respecto a las jóvenes. Aunque siempre es importante, en mayores es aún más importante no solo considerar el problema en sí, sino el entorno, la personalidad o el carácter de la persona a la hora de plantear un tratamiento, porque hay fragilidad y vulnerabilidad.

Además, es frecuente que tengan varias patologías no mentales, como hipertensión o colesterol, que debemos tener presente. Por eso, a la hora de abordar el tratamiento, si es todas las edades es importante la multidisciplinariedad y colaboración entre equipos, en personas mayores es importante la figura del psiquiatra y psicólogo, con apoyo a los cuidadores, intervención directa sobre la persona, el geriatra como experto en la fragilidad física, etc. Esta Sociedad lo que trata es de integrar estas necesidades. Nace desde la psiquiatría, pero necesitamos al resto de profesionales. La cooperación e integración de tratamientos y profesionales es necesaria.

La Sociedad Española de Psicogeriatría tiene un amplio abanico de actividades y recursos para trabajar y dar a conocer su labor.

Tenemos una revista científica como recurso de formación continuada y actualización del desarrollo de la especialidad, y somos parte de la red europea de psicogeriatría para dar acceso a formación más allá de la que generamos.

También celebraremos un congreso a finales de septiembre en Valladolid, después de dos años, para presentar a los profesionales que trabajan en el ámbito de la gerontología y geriatría en salud mental y psiquiatría, las novedades presentes y futuras en psicofármacos; dificultades en tratamientos psicofarmacológicos; nuevas estrategias biológicas, nutricionales o de estilo de vida que van a contribuir a la salud mental; las posibilidades que brindan las tecnologías para mejorar los cuidados…

Se trata de actualizar, debatir y contribuir a una mejor atención.

Se habla mucho de cómo la pandemia ha empeorado la salud mental de la población en general, pero, especialmente, en personas mayores.

Es un hecho que las amenazas, el miedo, o la incertidumbre, así como medidas como el aislamiento o el cambio de rutinas, ha afectado y ha hecho más vulnerable a toda la población, y especialmente a los más vulnerables, que son las personas mayores. Las restricciones para evitar contagios supusieron un aislamiento completo de las personas mayores en residencias o domicilios.

En muchos casos, las alternativas a ese aislamiento han estado basadas en tecnología, y esta población no se maneja muy bien, por lo que han quedado marginales. Se han parado los contactos y soportes familiares. La salud mental de todos ha quedado muy dañada y la de las personas mayores, especialmente, por ser personas más vulnerables.

Además, muchas terapias de tipo ocupacional o psicosocial quedaron interrumpidas, por hacerse en grupo. En situaciones críticas como las que vivimos, la población más vulnerable, en general, lo sufre más. No cabe sorprenderse de que sea una población que lo ha pasado y lo está pasando mal, y que todo eso le afecta a su estabilidad emocional.

¿Se puede revertir?

En eso estamos. Tratamos de potenciar programas de atención y soporte más específicos para personas mayores y creemos que es necesario redoblar esfuerzos de soporte emocional para las personas mayores si queremos vivir bien, y no solo vivir más.

Lo importante es que ese vivir más vaya acompañado de vivir bien y satisfechos. Porque el vivir bien o mal se basa en cómo se siente cada uno. Evidentemente, cualquier limitación física es un problema, pero, si cabe, la mayor limitación es la emocional. Si uno está mal desde el punto de vista emocional, de nada le sirve estar bien del resto. Hay que hacer un esfuerzo mayor para que ese estado emocional esté lo mejor posible, porque de nada va a servir el resto si eso no funciona.