Es, probablemente, el mayor experto en vacunas de España. Y en las vacunas están depositadas todas las esperanzas científicas para acabar de una vez por todas con la pandemia. Tratamos de poner fecha a la vuelta a la normalidad y buscamos confirmar si realmente se podrá vacunar a 35 millones de españoles antes del verano.
El Gobierno confía en tener vacunada al 70 % de la población antes de verano, pero la Unión Europea apunta a ‘después’ del verano. ¿Es factible estar vacunados antes?
Por falta de interés de los profesionales sanitarios no va a ser, haremos lo posible e imposible por vacunar al mayor número de personas en el menor tiempo posible.
El músculo está bien tensionado, pero para que se contraiga y dilate hace falta un estímulo, que aquí son las vacunas. Hemos tenido una disminución en el número de dosis recibidas y está el problema de la vacuna de AstraZenenca, que no se sabe cuántas dosis terminarán llegando.
Si las vacunas no llegan al ritmo que debería, lógicamente el objetivo va a ser muy complicado. Sobre todo, cuando se necesitan dos dosis por vacuna.
¿Por qué no se redobla la capacidad de producción llegando a acuerdos con más laboratorios o incluso poniendo a trabajar a los ejércitos?
Eso depende de las empresas productoras y escapa a nuestra capacidad como sanitarios… Habría que hacer la pregunta a las empresas productoras.
En cualquier caso, está cerca de llegar la vacuna de Johnson&Johnson.
Sí, previsiblemente antes del verano. Quizás para abril ya tengamos dosis.
Podríamos llegar a verano con unas cinco vacunas, lo que ayudaría a avanzar en número de personas vacunadas. Una podría ser Sputnik V, la vacuna rusa. ¿Cree que terminará llegando a Europa?
Depende. La agencia reguladora de medicamentos en Europa, la EMA, no ha participado en ninguna fase del desarrollo, como sí ha hecho con otras. No tiene ninguna información del producto. Ante esa ausencia de información, en estos momentos es difícil que pueda entrar a formar parte del escenario europeo. Los productores tendrían que asumir los elementos que caracterizan los circuitos de análisis, evaluación, aprobación, etc. de la Unión Europea. Y, en estos momentos, no parece que vaya a ser inmediato.
¿Cree que podría haber condicionantes políticos o geoestratégicos?
Sin lugar a dudas. El hecho de que Rusia esté dando la vacuna a un precio casi de risa a determinados países forma parte del juego de estrategia política que tienen las grandes potencias. Las vacunas no están ajenas a este juego.
Cuando ustedes, como sanitarios, ven que se está haciendo política con la salud global, ¿qué sienten?
Rabia, tristeza, enfado, más tristeza… Porque, realmente, que no seamos conscientes de que lo principal es salvar vidas y haya otra partida de ajedrez que se esté desarrollando, nos preocupa.
Pero también nos preocupa que la vacuna se meta en el contexto de la bronca política en un país como el nuestro. Hemos vivido una bronca política permanente a lo largo de la pandemia, y eso está empezando a notarse en el contexto de la vacuna. Nos llena de desazón porque, ante una situación tan dramática como la que estamos viviendo, lo que pedimos es un consenso de todos los partidos y un discurso único.
Parece que las restricciones también son objeto de campaña y bronca política, discutiendo quién ofrece más o menos libertad mientras mueren cada día 500, 600 o 700 personas. Y parece que aquí no pasa nada. ¿Estamos enfocando bien la gestión de los contagios?
¿Cómo hay que enfocar el darle un golpe a la pandemia? Limitando o disminuyendo el ritmo de contagio, y por tanto actuando sobre los ámbitos en los que más se favorecen los contagios. Hay que ser conscientes de que el contexto de una pandemia es duro, pero hay que tomar medidas que restrinjan la posibilidad de contagios y contactos, no hacer lo contrario. Hacer lo contrario está fuera de la evidencia científica.
En mi opinión, como sanitario, lo fundamental es dedicar todo el esfuerzo en salvar vidas. Y eso implica que haya menos contagios. Y para que haya menos contagios hay que establecer mecanismos que interrumpan la transmisión con medidas restrictivas que dificulten esos contagios.
Los sanitarios están advirtiendo de que, cuanta más gente se contagie, mayor probabilidad habrá de que el virus mute, lo que podría terminar afectando a la efectividad de las vacunas. ¿Qué riesgo estamos corriendo?
En estos momentos, ese escenario no existe. Las variantes británica y sudafricana no tienen por qué afectar a la eficacia de las vacunas. Lo que tenemos que hacer es seguir monitorizando el proceso. Hay alguna duda más con la variante brasileña, pero el escenario no puede ser otro que vacunar, vacunar y vacunar.
España ya ha vacunado a alrededor del 1,66 % de la población [datos a 9 de febrero de 2021], la mayoría personas residentes en residencias de mayores y sus cuidadores. El plan indica que se continuará inmunizando a personas mayores: tras las residencias de mayores, serán los mayores de 80 años y, después, mayores de 65 años con patologías o personas mayores en general. Pero algunas voces, por ejemplo Madrid, empiezan a plantear alternativas de vacunación que no se basan en la edad, y sí en la movilidad de esos grupos (como los jóvenes) o su alta tasa de contactos con terceros (como el personal de hostelería). ¿Qué opina?
Algún país ha tomado esa segunda línea de intervención. Mi opinión es que lo que más interesa eliminar es la parte más amarga, las hospitalizaciones, ingresos en UCI y fallecimientos. Que atañen a grupos etarios concretos. Por eso, lo de vacunar primero a jóvenes porque son los que tienen mayor capacidad de transmitir el problema a los ancianos, me lleva a desarrollar tres líneas de pensamiento.
La primera: ¿Estamos seguros de que los jóvenes se quieren vacunar para no transmitir el problema a los adultos? ¿Hay constancia de ello? Segunda: mientras vacunamos a los jóvenes y dejamos de vacunar a las personas mayores, ¿cuántos muertos vamos a tener de personas mayores? Y tercera: si A es la vacuna, B son los jóvenes y C son los adultos, y lo que pretendemos es vacunar a B para evitar que la enfermedad llegue a C, ¿por qué no vacunamos directamente a C?
Muchos países de la Unión Europea no recomiendan la vacuna de AstraZeneca para mayores de 65 años. En España, la edad máxima para vacunar con este fármaco son 55 años. ¿No abre la puerta a saltarse grupos de edad?
No, puedes vacunar a personas por debajo de esa edad, pero que formen parte de alguno de los grupos de personas con patologías de base que les hace candidatos a ello: cardiopatías, diabetes, etc.
El CSIC trabaja en su propia vacuna, y parece que tendrá un 100 % de efectividad. Pero aún tardaríamos algún tiempo en tener esta vacuna ¿Cómo marcha la investigación en España?
En España sobra talento. Las vacunas que se están desarrollando en España son absolutamente estimulante, pero tienen un mayor perfil de complejidad técnica a la hora de su desarrollo; lo estamos vacunando. Pero investigar en España es llorar.
La inversión que se hace en investigación es escasísima. Lo que en otro país cuesta una determinada cantidad de tiempo, en España cuesta más porque no hay financiación para la investigación. Y eso es un elemento clave. Ojalá nos diéramos cuenta de que investigar significa salvar vidas y mejorar la calidad de vida.
Por el momento se desconoce si las vacunas también frenan los contagios. Por ahora está claro que evitan enfermar.
No se sabe todavía. Israel está aportando algunas noticias al respecto, pero son muy preliminares y no responden al formato científico. Para tomar decisiones, hay que documentarlo científicamente. Esa incógnita todavía no está resuelta.
¿Cree que con las vacunas podremos volver a la normalidad? Entendiendo como ‘normalidad’ la vida que llevábamos antes de marzo de 2020.
Sí, llegaremos a la normalidad entendiendo como tal lo que había antes de la pandemia. Pero, posiblemente, nada volverá a ser igual. El impacto tremendo que ha tenido la pandemia condicionará algunos aspectos sobre cómo interrelacionarnos con la vida. Con las vacunas recuperaremos la normalidad, eso es evidente. Crearán un terreno adecuado para poder decir adiós a esta pesadilla.
Pero hay aspectos con los que hemos convivido durante la pandemia que no se deben perder, como el lavado de manos o el uso de mascarilla en determinadas situaciones: si estoy resfriado, pero puedo salir a la calle, evito infectar a otras personas. Eso ya forma parte de los hábitos y costumbres de culturas orientales, y no estaría mal que lo desarrolláramos también.
¿Hay fecha para esa vuelta a la normalidad?
No, no me atrevo a decirlo porque depende del volumen de vacunas. Yo espero que sea, posiblemente, a finales de este año. Ojalá.