En ‘Negocios y Gestión de la Dependencia’ nunca hemos publicado un editorial: dejamos la opinión en manos de expertos del sector residencial, sociosanitario y de la dependencia, a pesar de que quienes hacemos este medio acumulamos varias décadas de experiencia y lo conocemos todo del sector.
No lo hacemos porque preferimos dar voz a quienes trabajan día a día por los mayores y dependientes, a las empresas del sector que lo mantienen vivo, a los emprendedores que cambian y mejoran su rumbo, a los directivos que lo pilotan, a los inversores que se juegan su dinero para hacerlo crecer, a las patronales y sindicatos que velan por el futuro del sector y a las entidades sin ánimo de lucro que demuestran la mejor cara del ser humano.
Ahora, cuando atravesamos la peor crisis que recuerda este sector que siempre ha tenido en las Autoridades y la opinión pública a aliados que valoraban nuestro trabajo diario, creemos que es necesario dar un paso al frente. Dar la cara.
En las últimas semanas hemos visto, oído y leído verdaderos insultos al sector. Se ha menospreciado la profesionalidad de quienes dedican su vida a los más vulnerables. Se ha puesto en tela de juicio la buena praxis de las empresas del sector. Se ha ninguneado incluso a los mayores.
La epidemia de coronavirus ha cogido a España, o a gran parte de ella, por sorpresa. Empezando por el Gobierno, que no supo anticiparse a lo que había sucedido en China y, sobre todo, a lo que estaba sucediendo en Italia. En un alarde de incomprensible irresponsabilidad, pensó que lo que estaba sufriendo el país hermano del que nos separan unos pocos cientos de kilómetros no podría terminar sucediendo aquí, a pesar de mantener abierto el flujo de viajeros entre ambas naciones. También pensó que los eventos multitudinarios no representaban ningún riesgo para la población. Y ni siquiera fue capaz de tomar medidas de seguridad adicionales en aquellos lugares que concentran un alto número de personas de riesgo, como las residencias y centros de mayores.
Cuando la evidencia se impuso y el número de contagiados proliferaba, algunas Comunidades Autónomas movieron ficha y empezaron a actuar. Quizás ya era tarde, pero el último en llegar fue el Gobierno, que tampoco después de decretar el Estado de Alarma fue capaz de coordinar con eficacia la situación, a pesar de reunir para sí el control absoluto de la misma.
Llama la atención que la falta de previsión del Gobierno se achaque al desconocimiento generalizado sobre el coronavirus y a la imposibilidad de haber previsto que España podía convertirse en zona de transmisión comunitaria, mientras, en paralelo, se ha apuntado a las residencias de mayores como empresas irresponsables y negligentes por no haber previsto la posibilidad de contagios en sus centros. Doble rasero.
Este periódico ya contactó con expertos el 29 de febrero para conocer si las residencias de mayores contaban con protocolos de actuación para evitar contagios. Lo hicimos cuando ni siquiera se palpaba el peligro en nuestra sociedad. De hecho, apenas había una treintena de casos confirmados en España. Una cifra aparentemente testimonial, pero que llevaba varios días creciendo, en paralelo a la preocupación de una sociedad que tardó más de una semana en ser consciente de la magnitud del problema, siempre después de haber celebrado actos masivos que ‘no representaban ningún riesgo’ y, curiosamente, cuando muchas residencias y centros de mayores ya estaban cerrados a las visitas o habían comenzado a extremar las precauciones con sus usuarios.
Los días y semanas siguientes han sido una pesadilla para el sector.
Primero, porque el número de contagiados en residencias de mayores se hacía insostenible, en parte porque las plantillas también caían enfermas ante la carencia de materiales de protección, cuya distribución estaba unificada en manos del Gobierno.
Segundo, porque las cifras de usuarios fallecidos no dejaban de crecer, en parte porque se les negó asistencia sanitaria y se les obligó a permanecer en las residencias, que carecen de las instalaciones adecuadas para tratar a enfermos.
Tercero, porque ante el colapso de los servicios funerarios muchos residentes fallecidos tuvieron que permanecer en sus habitaciones, algo que se encargó de destacar la ministra de Defensa como si fuera una negligencia de los centros, quizás desconociendo que es un protocolo habitual.
Cuarto, porque a pesar de las incesantes peticiones de materiales de protección y asistencia sanitaria para poder hacer su trabajo en condiciones de seguridad, algunas residencias han sido intervenidas por las Autoridades, que han puesto al frente a un funcionario que simplemente las visita de vez en cuando y, curiosamente, termina verificando que lo estaban haciendo bien.
Quinto, porque los profesionales del sector están soportando una presión que también llega por parte de algunos familiares que, de la noche a la mañana, parecen haber olvidado lo que ya conocían de las residencias en las que viven sus seres queridos, y que visitan cada día o cada semana (y que, si fuera tan mala, quizás ya habrían huido).
Sexto, porque incluso cuando las Autoridades han empezado a reaccionar, están haciendo excepciones con el sector y adaptando las normas, como las relativas a la realización de test rápidos, de forma injusta y discriminatoria.
Este es un pequeño resumen de agravios que hemos sufrido como sector durante las últimas semanas. Sabemos que probablemente llegarán más, porque se ha generado en la opinión pública una desconfianza hacia nuestras empresas y centros que tardaremos meses en poder contrarrestar. Pero lo haremos como siempre hemos hecho todo: con profesionalidad, cariño y dejándonos a nosotros mismos a un lado para poner en el centro a los mayores y dependientes. Porque son ellos los que nos mueven y son ellos por los que lucharemos para salir de esta complicada situación que nos ha hecho despedir a miles de personas en tristísimas condiciones. Nos levantaremos, seguiremos luchando por la dignidad del sector en su conjunto y continuaremos peleando para proteger a nuestros conciudadanos más vulnerables y a las empresas que se dedican a cuidarlos cada día. Es nuestra única razón para existir.