Es psicólogo, filósofo, gerontólogo y una de las voces autorizadas para hablar de las personas mayores, y por ellas: Ángel Rodríguez Castedo preside la Plataforma de Mayores y Pensionistas, y tiene en su currículum haber dirigido el Imserso o el Pan Gerontológico Nacional.
¿Qué es la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) y cuáles son sus fines?
La PMP nace como un proceso de confluencia de las confederaciones de mayores y pensionistas más importantes de nuestro país, como UDP, CEOMA, ONCE, CONJUPES o también Cermi, porque a veces no tenemos en cuenta que las personas con discapacidad son mayores en más del 63 %, lo cual supone dos millones y medio de personas con discapacidad que son mayores.
El proceso de confluencia busca que en el mar de siglas que existe en el mundo de las organizaciones haya una voz única que nazca como una forma de facilitar la interlocución y el desarrollo de un diálogo civil con todos los poderes públicos y otras organizaciones sociales. Es una manifestación de voluntad de unirse para ser mejores interlocutores.
La PMP está siendo muy activa en la lucha contra la exclusión financiera de las personas mayores, a raíz de la campaña iniciada por un médico jubilado. ¿Qué se ha conseguido hasta ahora?
Llevamos desde mediados de enero con ello, y surge con la denuncia moral de Carlos San Juan de un hecho que la sociedad conocía, pero a veces no se cae en ello, en cómo tratan las entidades financieras a nuestros mayores, con colas, dificultad tecnológica de acceso, cita previa con teléfonos donde responde un ordenador que desconcierta a cualquier ciudadano…
Es un tema de gran importancia para el conjunto de la población, sobre todo por la falta de conocimientos y soltura tecnológica, que repercute de forma dramática en los mayores, sobre todo en el tramo de mayor edad y de nivel cultural más bajo. Algunos ni siquiera tienen ordenador o no tienen un hijo o familiar que les ayude en estas labores.
Nosotros estábamos haciendo gestiones con las Administraciones públicas para otro tipo de labores, pero este tema cobró prioridad relevante y, tanto en el Ministerio de Economía, en reunión con la vicepresidenta económica y el secretario del Tesoro, el Ministerio de Consumo, los partidos políticos… Ha sido un acercamiento a todos los focos de poder para que hubiese una unidad de acción.
El Ministerio de Economía tuvo una pronta respuesta y convocó a las patronales de la banca y urgió a buscar soluciones concretas a un problema que generaba auténtico dolor y sensación de humillación, de sentirse tontos e inútiles. Eso desembocó en el compromiso por parte de las entidades financieras en un protocolo de actuación en el que se comprometían a una serie de demandas, como una presencia física de una persona dedicada a atender y ayudar a las personas mayores. También, a una atención telefónica humana que te entiende e intenta ayudar de forma cercana.
Y el tema del manejo de los cajeros, que hace años eran sencillos porque las operaciones complejas se realizaban en la oficina, pero que, al cerrarse sucursales, se trasladan a los cajeros, que se complican desde el punto de vista tecnológico. Van a modificarlos, de manera que, al introducir la cartilla o el DNI, se identifique como mayor de 65 años y se cree un camino específico con procesos más lentos o letras mayores, con el objetivo de que en tres pasos quede finalizada la operación, que será muy relevante.
¿Cree que a los mayores se los escucha adecuadamente en la sociedad?
Es un tópico, pero es real: al mayor se le escucha poco, con esa sensación de que molesta, incluso. Esa sensación de sentirse bastante excluidos de la vida pública, está ahí, y es una de las batallas que con mayor interés estamos tomando. Al mayor no solo hay que respetarlo por ser mayor o porque es tu padre o tu abuelo, porque a veces pedimos que se trate bien a mi padre o a mi abuelo, pero yo no trato bien a los de los demás.
Uno de los objetivos que tenemos es que, en ese diálogo civil en el que hay que hablar de pensiones, cuidados en domicilio, residencias, soledad no deseada, que las políticas no se hagan sin contar con los mayores. A veces se hace normativa y no se consulta con los mayores.
Tenemos derecho como mayores a que se nos tenga en cuenta y se nos valore, no ser ‘pobrecitos’ a los que hay que cuidar. La gente se jubila con una estupenda condición física y mental. en la mayoría de los casos. Hacen deporte, van al teatro, de viaje, salen a comer… Es una visión más positiva de la gente mayor, que cuando se jubila, sigue siendo un agente activo de la población, porque cuando vienen mal dadas, echan una mano a los hijos y a los nietos a nivel económico y moral. Los cómputos de la participación de los mayores en el PIB nacional reflejan que es una economía muy relevante para el país.
Su trayectoria está ligada a los mayores, durante mucho tiempo. En estos años, habrá visto la evolución de la sociedad respecto a este colectivo. ¿Cómo valora esta trayectoria y por dónde deberíamos seguir como sociedad?
Ha habido una línea de consolidación de derechos sociales, mejores condiciones de trabajo, unos niveles de convivencia y libertad… En el mundo concreto de los mayores, desde el comienzo de la etapa democrática en España, ha sido relevante el tema de los servicios sociales. Aparecen residencias, programas de ayuda a domicilio, se crean programas de viajes del IMSERSO o el termalismo social, del que guardo un gratísimo recuerdo, porque dieron todo tipo de facilidades y contribuyeron a configurar el programa. También las ayudas técnicas del CEAPAT sobre accesibilidad, que provocó una mirada importante sobre que no solo hay que vivir bien, sino accesible en viviendas y ciudades amigables.
Y otro hito es la Ley de Dependencia, que pone en funcionamiento el Cuarto Pilar del Estado de Bienestar. Luego vino la crisis y produjo un paréntesis en su desarrollo, y ahora se está retomando el mundo de los cuidados en el domicilio, porque los mayores quieren vivir y morir en su casa, no en una residencia, por buena que sea.
Hay que adaptar las viviendas, que tengan ascensor para que no queden aisladas, y que las ciudades sean accesibles para que haya socialización de los mayores, que se sientan parte de la comunidad. Si no, se produce la soledad no deseada y la casa se convierte en una pequeña cárcel de la que uno no puede salir, lo que es muy relevante para la calidad de vida de los mayores y para la propia economía.